Al hablar de uno mismo sólo se puede caer en la
vanidad o en la imprudencia. Y si desvelo lo que ocurrió entonces es sólo
porque, con la perspectiva de hoy, lo único que puedo decir es que todos los
protagonistas de esta historia, si pecamos de algo, lo hicimos de ingenuos.
Recordando entonces, tras siete años de matrimonio, sólo puedo decir que
era feliz. Que en aquel momento, mientras hacía el amor con mi jovencísima
esposa, era feliz. No en vano Angélica me llevaba 20 años, y a sus 25 estaba
más guapa que nunca, había explotado como mujer, y ahora era mucho más bella
que cuando nos casamos, recién cumplidos los 18. Y en ese momento, en medio de
un polvo, estaba bellísima, con su cuerpo perlado de sudor sentada en la cama
frente a mí con las piernas alrededor de mi cuerpo. Y eso que esa postura no me
iba mucho pero Angélica siempre le gustaba cambiar. Se movía de manera
diabólica, aguantando el cuerpo con las manos sobre la cama, levantando la
espalda y pivotando todo el juego sobre su pelvis ¡Cómo si eso le fuera a
servir de algo! Yo no la tenía muy grande, que digamos y ella estaba tan
mojada… Pero como siempre no me reprochaba nada, y eso hacía que la quisiese
todavía más. Sólo en aquellos momentos de cama Angélica traslucía un poco de la
angustia en la que la sumía nuestra vida marital. Luego, nunca un reproche, ni
por activa, ni por pasiva. Y estaba tan buena… yo ya no podía más. Y eso que
acababa de empezar. Ella lo notó: –¡No Acabes, cariño! ¡Todavía no!, suplicó la
pobre Angélica. Pero sus enormes pechos se movían de tal manera que no pude
contenerme. Y Acabe. Mi escasa virilidad se salió y Angélica, se quedó
mirándome a los ojos no sé si sorprendida por mi fogosidad o por la brevedad de
la misma que, como era costumbre, la había dejado, digamos… como a medias.
Algunas noches yo fingía que me quedaba dormido y ella remataba la faena con
sus manos, ahogando sus jadeos como podía, como si temiera despertarme.
Pero ese día, el día que empezó todo, no era de noche, era por la tarde, y mi
hermana Pilar estaba a punto de llegar. Bajé de arriba con un pantalón y una
camisa blanca. Angélica prefirió ducharse. Estaba descalzo y me preparé un
café. La cocina era fantástica, como toda la casa en sí, un Duplex con dos niveles
a las afueras, que servía de propaganda para un arquitecto como yo. Y lo
hubiera sido si el ciclo económico no hubiera cambiado y ahora no se vendiese
ni un maldito piso. Aún así yo había sido afortunado. No había malgastado mi
dinero y ahora podía vivir de las rentas, sin grandes excesos, fuera de los que
hacía en la cama entre las piernas de Angélica, que eran derroches para mí pero
cuota de mínimos para ella. Sonó el timbre de la puerta. Debía de ser Pilar. Y
en efecto lo era, pero no venía sola: le acompañaba mi sobrino, Rico. Bueno, se
llamaba Federico, pero toda la vida le habíamos llamado Rico. Tenía 14 años,
pero ya de pequeño había sido enfermizo y débil. Y se había quedado bajito,
cargado de hombros y con unas gafas de empollón. Le pregunté qué le pasaba al
niño para que, además, llevase el brazo en cabestrillo. –Le pegaron en el cole,
nada importante saldó Pilar. Les hice pasar y les ofrecí un café. Pilar, como
siempre fue al grano. –El tío Baldomero ha muerto, ya lo sabes. Tengo que ir a
la lectura del testamento. Tardaré tres días. Necesito que Rico se quede con Ustedes.
Iba a protestar, levemente, porque Pilar me había dejado parte del dinero con
el que había construido aquella casa. Pero Angélica me interrumpió llegando
desde atrás: –Será un placer, Pilar, desde luego. Una mujer bella desnuda está
preciosa pero vestida resplandece impresionante. Y ése era el caso de Angélica.
No sólo por los tacones de 12 centímetros, sino por el vestido de finísimos
rombos negros y mangas hasta el codo. Además, con el pelo recogido estaba
todavía más guapa, como de joven, con 17 años, cuando se presentó a Miss
Guadalajara. Y ganó, claro. Un año después se casaba conmigo. Lo mejor es que
Angélica se comportaba siempre como si no se diera cuenta del efecto que
provocaba en los hombres, como si la falda de aquel vestido no fuera demasíado
corta para sentarse en el sillón Egg rojo, como si al cruzar las piernas no
hubiera enseñado brevemente su Tanga, o, peor, su tanga… como si Rico no
tuviera los ojos desencajados por la visión. Sus gafas se empañaron y no pude
evitar reírme. –Será un placer, Pilar. Y Rico, es tan bueno… –Lo único es que
el director me ha convocado a una reunión el lunes. Por lo de la pelea, el
brazo herido y todo eso. Yo el jueves ya estaré aquí, pero necesitaría que unos
de Ustedes le acompañasen. Iba a decir que no había inconveniente pero
Angélica, como siempre, se me adelantó: –Yo misma lo haré, sin más problema y
tal como lo dijo se levantó, pasó al lado de Rico y le revolvió el pelo con la
mano. Ella no pudo verlo, pero la cara de Rico se encendió como un farol y yo
hubiera jurado que lo que apuntaban sus pantalones era una incipiente erección.
Angélica volvió con una taza de café y un movimiento de caderas que hubiera
despertado a un muerto. Cada sorbo de café lo hacía frunciendo los labios de un
modo que sólo en ella parecería natural. En el resto del género humano no
hubiera pasado de burda provocación. Pero a mi esposa le resultaba tan innato
como respirar. Mi hermana Pilar no dejaba parlotear y parlotear así que traje
unas lionesas para acompañar el café. Angélica, como siempre, sólo tomó una
pero daba igual porque comiese lo que comiese no engordaba nunca, lo que era
más asombroso teniendo en cuenta que tampoco hacía ejercicio… fuera de la cama,
quiero decir. Era increíble lo que le podía durar una sola lionesa a Angélica, casi
media hora. Cada pequeño mordisquito, cada suave lametón, cada vez que se
repasaba el labio superior con la lengua para recoger un resto de crema,
cada vez que se chupaba uno de sus deditos… era un suplicio para mí. Yo y mi
pequeño amigo nos estábamos animando de nuevo. Y cuando una brizna de hojaldre
cayó sobre el vestido y fue a parar justo en donde acaba su pecho… eso, ya fue
el delirio. Lo apartó pinzando el dedo corazón con el pulgar pero el efecto fue
que si alguien no se había fijado en cómo se le marcaban los pezones debajo de
aquel vestido tan ceñido eso ya no fue posible después de ese gesto. Yo estaba
tan absorto con mi propia esposa que no parecía su marido. Pero al final me di
cuenta que había alguien que lo estaba pasando peor que yo: mi repelente
sobrino. A pesar de tener sólo un brazo bueno, había tenido a mi santa esposa
enfrente y eso no lo podía resistir un adolescente con subidón de hormonas y…
algo tenía que hacer con el brazo libre y no precisamente lo que tenía más
ganas de hacer así que se atiborró de lionesas. Pilar fue a levantarse y se
quedó petrificada al ver el estado en el que se encontraba su hijo: con las
comisuras de la boca llenas de crema y la baba cayéndole. –Pero ¿qué le pasa a
este hijo mío? ¿Qué tendrá en la cabeza? –En la cabeza no sé pero en su
barriga… ¡se ha zampado todas las lionesas! –¡Qué van pensar de tu madre!
¡Pensará que te tengo maleducado! Levántate y pide perdón. –No puedo, mamá. Me
duele… –¡No me extraña, Rico! ¡Te has empachado! –Venga, te llevaré a la cama
–creo nada le hubiera gustado más, no sólo porque fue Angélica quien lo dijo,
sino porque después se levantó y para eso tuvo que descruzar las piernas antes
y claro, por los ojos como platos que puso Rico quedó claro que había visto
algo que llevaba mucho tiempo intentando ver. Angélica lo Tomo del brazo y le
dijo: –Ven Vamos, a tu cuarto. Me pregunté si no podía pegarse algo menos, si
era del todo necesario que rozase tanto con su pecho el brazo del Jovencito. Y
me sorprendí a mí mismo dándome cuenta de que había sentido una punzada de
celos. – ¡Dios, sí que le duele! ¡Casi no puede caminar! se sorprendió Pilar,
la ver lo corto de los pasítos de su hijo. –Sí –murmuré–, debe estar, muy, muy
mal -Espérame Aquí Pilar que voy con ellos si necesitan algo y la deje sentada
en el living Pilar se puso junto a mí y encendió un cigarrillo y Dijo: –No
sabes lo que te agradezco que se quede con Ustedes. Son los únicos en los que
puedo confiar. Y subí las escaleras y cuando Llegue a la habitación y Angélica
le ayudó a tumbarse en la cama. Como siempre, mi esposa era un dechado de
bondad: –¿Estás mejor, Rico? –No. Me… me duele… mucho. Le dice El jovencito,
Angélica le quitó los zapatos. Lástima que para hacerlo tuviera que volver a
inclinarse y nos ofreciera a todos una fantástica vista de su Cola. Ahora no
había dudas: la Tanguita era blanca. Pero no creo que eso fuese lo que
necesitaba mi sobrino, que cada vez parecía más congestionado. –Cálmate, te
daré un masajito Rico. Y ni corta ni perezosa empezó a frotarle la barriga a
Rico, primero por encima de la camisa, luego por debajo... –¿Mejor ahora? –No, Tiíta,
¡me duele tanto! –Ayyy Más abajo, tía, Ayyyy más abajo gemía el muy ladino. Y yo
no podía quitarles Los ojos a mi mujer y al listillo de mi sobrino. La mano de
Angélica iba bajando y ya estaba en el abdomen de Rico, ya se abrían los
botones del pantalón y la mano seguía bajando. –¿Mejor así? –Mejor, mejor… No tenía
dudas, la punta de sus dedos debían de estar rozando la base de ese bulto en
los pantalones del Pendejo. Sutil pero eficaz. Pronto me di cuenta de su juego,
inclinada, con el culito ligeramente en pompa hacía mí. Al mismo tiempo su mano
iba dibujando circulito, que sin llegar a tocarle del todo le acariciaba una y
otra vez. –Ah… ah… sigue, sigue, por favor… ¡más! Y Angélica no paró. Le Metio
la Mano dentro del pantalón desabrochado y dentro del slip de mi ladino sobrino
y Sin sacar la verga afuera le estaba haciendo una paja a mi sobrino dentro de
su ropa interior delante de mío… no podía creerlo aunque no veía ciertamente algo
interesante encontró porque apenas agarro ese miembro quedo con la boca abierta
y luego se modio el labio inferior Nada se notaba como tenía tomada la verga
con una mano y la meneaba de arriba hacia abajo muy lentamente mirando fijo a
los ojos al vil de mi Sobrino y mordiéndose ligeramente los labios. Nunca en
aquellos siete años de esposa modelo había hecho algo así. De repente, noté el
espasmo en el cuerpo de Rico. Todo se había acabado. Teniendo en cuenta lo
mortalmente buena que está mi mujer, el pequeño cabroncete había aguantado lo
suyo. -¿Uuummmm Siiii A que ya está mejor o necesita algo más intenso? preguntó
Angélica, con un leve deje de picardía. –Sí, sí –musitó el adormilado pilluelo.
Pilar desde el living. Tan pendiente de sí misma como siempre, no se había
enterado de nada. –Bueno, siendo así, me voy más tranquila. Nos veremos el
jueves. Y así llegó un invitado inesperado a nuestro pequeño paraíso
particular. El domingo mi sobrino pasó el día estudiando, algo normal en él. Y
Angélica aprovechó para ir al centro comercial. Fue demasíado arreglada para mi
gusto. Me imaginaba a todos los hombres viendo aquel Corpiño balconette que
asomaba intrépido a través del escotado jersey. Me imaginaba a los tenderos, a
los reponedores intentando llevarle las bolsas hasta el coche, peleándose por
ello. Cuando llegó sorprendí a Rico, que había abandonado su habitación,
sentado en una silla en la cocina estaba contemplando como mi dulce Angélica
estaba llenando de viandas nuestra enorme nevera de doble puerta. Su falda de
tubo blanca, elástica y ceñida se apretaba a sus posaderas como una membrana
tentadora. La cara de Rico era un poema. Yo mismo tenía que haberme ofrecido a
ayudarla y lo hubiera hecho en otras circunstancias. Pero ver al crío embobado
con aquellas vistas hizo que yo tampoco quisiera perdérmelas, como si
redescubriese gracias al zagal lo que tenía en casa. Después de comer, Rico se
volvió a estudiar y Angélica y yo pasamos al salón a tomar un café. –Te sirvo
el café y así me podrá ver las tetas –y sonrió malévola – que ya he visto lo
que hacías en la cocina mientras llenaba la nevera. –No sé de qué me hablas. Me
pareció que se demoraba algo más de lo necesario antes de verter el café,
inclinada hacia mí, para que viera aquel melonar rebosante, a punto de
desbordar el balconette, bajo el amplio escote del jersey de angora. –Pues
debería, porque me he esforzado mucho en poner el culito en pompa para ti. ¿No
te has dado cuenta que tenía el cajón de las verduras abierto mucho más tiempo
del habitual? Ha sido mi regalo a mi maridito. –A tu maridito y a tu sobrinito,
que ese mucho hacer ver que estudia pero hoy la clase de repaso se la ha dado
contigo. –Venga, ¿no estará celoso? Pero si es un chiquillo –y se preparó para
ella un café con leche. Se llevó la taza de café a los labios mientras cruzaba
las piernas para que yo pudiera volver a admirar su envidiable figura. –Oye,
que ayer te pasaste. Con la barriguita y con lo que no era la barriguita. –¿Qué
iba a hacer, cariño? ¡Estaba su madre delante! ¡Si me quejaba hubiera sido un
escándalo! –¿La tenía muy grande? –¡Cómo eres! ¡Si ni la toqué! ¡Yo que sé!
Percibí un punto de rubor en sus mejillas un tono descarado en la voz cuando
mentía. Volvió a reír divertida. Parecía todavía más adorable, cuando oímos la
voz de Rico más allá del pasillo: –¡Tía, puedes venir? Angélica se encogió de
hombros y dijo: –Ahora vuelvo. Contemplé como se alejaba con aquella falda que
le marcaba el tanga de una manera que lo que imaginabas te ponía todavía más
cardíaco que lo que no podías ver. Me dio en la nariz que me iba a perder algo
interesante así que me levanté y sigilosamente fui tras ella. Angélica había
entrado en uno de los lavabos de la planta baja. Yo rodee la estancia, porque
conocía la casa al dedillo. Por algo la había diseñado yo. Desde el cuarto de
la ropa sucia podría ver lo que pasaba dentro desde una ventana ovalada, que
había diseñado y que daba a la cabecera de la bañera, para el baño tuviese luz
natural. Ahora iba a ser útil para un fin para lo que no la había proyectado, a
pesar de que había algo de Vapor. No los podía oír pero se entendía todo. Mi
sobrino estaba denudo, pero sin nada a la vista, de cubierto de jabón que
estaba su cuerpo. También tenía el brazo en cabestrillo. Se tocaba una pierna,
como si se hubiera hecho daño. Entendí lo que estaba pretendiendo: alegaba que
se había caído en la bañera por tener el brazo vendado. Pensé que mi fiel
esposa se aseguraría de que estaba bien y se marcharía pero… ¡Le estaba tocando
la nalga! Como si quisiera cerciorarse de que el golpe no había herido nada más
que su amor propio. Pensé que ya se habría acabado todo pero la muy tonta
estaba cogiendo la esponja y empezando a… quitarle el jabón. No podía creerlo.
Yo sabía que Angélica, tras ese nombre que hacía honor a su cara, era procaz en
mi cama y provocadora a la hora de escoger prendas en el vestidor que le puse
al lado de nuestro cuarto. Pero nunca me había dado motivos para dudar de ella.
Pero ahora estaba sacando el jabón de los hombros de Rico, del pecho, de su
espalda. Me tuve que poner de puntillas porque el Vapor iba subiendo, pero al
mismo tiempo dificultaba que me vieran. En cinco minutos, mi mujer había
dibujado una península: había quitado el jabón de todas las partes del cuerpo
de Rico menos de una. Dejó la esponja y dio medio vuelta, pero el chico dijo
algo… No sé lo que fue pero funcionó. Angélica hizo un puchero, como cuando le
daba pena en la calle un perrito abandonado, y volvió a Agarrar la esponja,
mojándola lentamente, como cuando me había puesto el café. Hasta desde mi
elevada posición, vi que un pezón estaba a punto de escaparse así que Rico
debería tener una vista fantástica, mucho mejor que la mía. Pero no podía
recrearme con el paisaje porque las maniobras de mi querida mujer reclamaban
toda mi atención. Fue sacando el jabón de las partes pudendas de mi sobrino
muy, muy lentamente. ¿Estaría disfrutando? Miré a su cara pero los ojos como
platos que había puesto no permitían leer en su cara nada más que estupor.
Porque lo que estaba emergiendo de aquel suave frote no era una península era
el cabo de Hornos, pero un horno, muy, muy caliente. ¿Cómo podía tener aquel
mocoso un miembro de tales dimensiones ¿Ciertamente, Rico era un empollón con
una Pijota fuera de lo común. Y no sabía si era por el roce de la esponja, el
escote angelical, o la ceñidísima falda de tubo… pero es que además estaba en
posición presenten armas. Hasta mi pequeña zanahoria se estaba animando, pese a
que a las claras deslucía frente a la berenjena del chico. ¿Cómo podíamos ser
los dos de la misma sangre? ¿Cómo podíamos tener la misma cadena genética?
¿Ante la dimensión del descubrimiento tenía que llamar a mi madre para
preguntarle si yo era adoptado? Pero no era el momento de hacerme preguntas.
Angélica sostenía aquella tranca sobre la esponja que era lo único que se
interponía entre la mano de mi mujer y aquel fenómeno de la Naturaleza, como si
estuviera contemplándola intentando prolongar la visión de aquel prodigio. En
eso, sonó mi móvil. Siempre pienso que tengo que bajarle el volumen del tono
pero luego nunca encuentro el momento. Todos nos sobresaltamos, pero la que más
se Sobresalto fue Angélica, que dio un gritito se le escurrió la humedecida
esponja de la mano. Mira que es buena: no hizo nada por palpar aquel
fruto prohibido. Pero quizá temiendo que al oír el móvil tan cerca yo estuviese
a punto de entrar por la puerta, se inclinó para recoger la esponja del fondo
de la bañera y claro entre sus prominentes turgencias y unas dimensiones de
barra de pan a la que yo la tenía desacostumbrada pues pasó lo que tenía que
pasar, que aquel par de melones toparon con el Pijota estudiantil por la acción
del agua de la bañera su ropa se Aflojo y se desprendió su camisa y esa inmenso
miembro fue a parar entre medio de sus dos Senos justo en el medio de Canal
ella totalmente desencajada sin poder ocultar su tremenda excitación tomo ambos
senos y los apretó alrededor de esa inmensa Verga y comenzo a moverse de arriba
hacia abajo haciéndole una magnifica turca con sus enormes senos y parecía que
estaba muy excitada por los gemidos que escuchaba de sus labios y la forma rica
en que se relamía los labios –Uuuuhhhhhh Oooohhhhh Ooohhhhhhh Oooohhhhhh Si
Siiii Ricoooo Siiii Queee Lindaaa
Pijotaaaa Queee Teneees Aaaaahhhhhhh Aaaahhhhhh Aaaahhhhhhh. Lo último que vi
es que Angélica intentaba apretarse los senos con las palmas abiertas y
empujaba su cuerpo de abajo hacia arriba masturbando a Rico con sus Grandes
senos, ella comenzaba a abrir sus labios para gemir y lo que escuche de Angélica
fue algo que me dejo sin habla entre gemidos dijo Aaaaahhhhhhhh Aaaaahhhhhhh
Aaaaahhhhhh Siiiii Que Buena Pijaaaa Meee Reee Calientaaa Nunca Tuve Una Cosa Así
Tan Hermosa Y Tan Grande siempre quise tener una así para Chupar y coger Aaaaahhhhhhhh
Aaaaaahhhhhhh Aaaaaaahhhhhhhhhhhhh y mientras Decia eso bajaba su rostro hacia
el canal de sus pechos. Dejé de mirar y rechacé la llamada en mi móvil. Luego
di la vuelta y seguí mirando y Vi como mi mujer bajaba su cabeza hacia sus
senos para ubicar sus labios en el inicio del canal de sus tetas y su intensión
era cuando bajaba su cuerpo capturaba esa vergota con sus labios no lo podía
creer y cuando bajo su cuerpo con la vergota entre sus tetas pude ver como el
glande se le poso entre los labios y ella abrió su boca y al bajar más su
cuerpo el glande se metio de lleno dentro de su boca y increíblemente soltó sus
senos y tomo la vergota con sus manos y comenzo una mamada de campeonato Se la
chupaba con devoción –Uuuummmmm Uuuummmmm Uuuummmmmm Se le escuchaba gemir con
la verga dentro de la boca y estuvo un buen rato mamándosela y se la saca de la
boca y con una mira encendida y le dijo –queres que te la siga mamando o queres
seguir jugando con mis Senos Rico Eligio la segunda opción así que Angélica muy
sensualmente se coloca esa Pijota entre sus tetas y vuelve menearle la vergota
y totalmente fuera de sí misma comienza a gemir –Aaaaaahhhhhhhh Aaaaaahhhhhhhhh
Aaaaaaahhhhhhhhh Siiiii Aaaaahhhhhhh Aaaaahhhhhhhh Aaaaahhhhhhh y de repente Pude
oír como mi mujercita farfullaba un tanto molesta y Algo rara. –Uuuuhhhhhh Ooooohhhhhhh
Oooohhhhhh Oooohhhhhhhh ¡Joder Dios! ¿Me tenías que Acabarme así en las tetas
Yo la quería en la boquita y saborearla bien y tomármela toda Haber Haceme un
lugar así te termino de bañar y vi que Angélica Se Empezaba quitar su Ropa
hasta quedar con una diminuta Tanga que te quitaba el aire y se disponía a
entrar en la bañera con mi sobrino con solo la tanga puesta yo estaba
estupefacto metio una pierna luego otra y ya estaba dentro de la bañera se
empezó acomodar delante de mi sobrino y cuando
se fue sentó sintió la enorme verga en su Culo y lo primero que se escucho fue
–Uuuuhhhhhhh Diooos Siiii Queee Ricooo Oooohhhhhhh Oooohhhhhhhh Siiii Comooo
Meee Gustaaa La Quierooo Laaa Quierooo Yaaaa Aaaahhhhhhh! Aaaahhhhhhh! Aaaahhhhhhh!,
y Mordiéndose los labios comenzo un movimiento de su cadera pegando el culo
hacia Rico -Aaaaahhhhhh Aaaaahhhhhhh Aaaaahhhhhhhh Siiii Asíiii Te Gusta Asíiii
Aaaaahhhhhh Aaaaahhhhhhh Aaaaahhhhhhhh Le preguntaba Angélica entre Gemidos
mientras no paraba de menearle el Culo sobre la enorme Verga De Rico y luego
dijo algo que me dejo helado y perplejo - Aaaaahhhhhh Aaaaahhhhhhh
Aaaaahhhhhhhh Siiii Diiios Siiiii Sabes Esta Tanga me Molesta no Te Incomoda si
me la quito Aaaaahhhhhh Aaaaahhhhhhh Aaaaahhhhhhhh decía increíblemente Entre
Gemidos y Se paro dentro de la bañera y comenzo a bajar su tanga Lentamente
ante la mirada de Rico que la Miraba con ojos abiertos como platos mientras la
tanga seguía bajando ella levanto una pierna para que no se le mojara con el
agua de la bañera y a la vez le mostraba toda la conchita bien depilada con sus
labios bien húmedos y abiertos luego tomo la tanga con sus manos y la colgó en
un toallero y se volvio a posicionar en la misma ubicación anterior pero no se
pudo echar completamente sobre la bañera que como elevada sostenida con sus
piernas algo había en el camino y eso era la enorme verga de Rico que al
ubicarse en la bañera se topo con los labios de concha justo en la entrada
estaba en posición de ensartarla completa y ella Lanzo un gemido –Uuuuhhhhh Oooohhhhh!
Oooohhhhh! Oooohhhhh! Diooos Miooo Ricoooo Esaaaa Cosaaa Tuyaaaa Eees Divinaaa
Se Sienteee Taaan Pontenteee Taaan Gruesaaa y Taaan Enormeeee Queee Meee Poneee
Muuuy Calienteeee Quereeees Cogemeeee Aaaaahhhhhh Aaaaahhhhhhh Aaaaahhhhhhhh, Uuuuhhhhhhh
Siii Solooo Bastaaa Un Empujoncitoooo Paraaa Clavarmelaaaa Todaaaa Aaaaahhhhhh
Aaaaahhhhhhh Aaaaahhhhhhhh, -Aaahhh
Siiii Tiita Quierooo cogerte Estaaas Taaan Ricaaaa Queee Doooy Maaas Aaahhhhh,
Respondió el mocoso insolente. Y increíblemente Angélica parece tomar la verga descomunal y ponerla en posición a la
Entrada de su Concha y dándose vuelta lo miro a los ojos y le dijo –Uuummmmm entonces Date gusto y Cogeme como tu puta, y
comenzo a descender lentamente y cuando el enorme Glande toco la entrada de su
concha posándose entre los labios vaginales ella abrió su boca asombrada del
tamaño de la verga que estaba a segundos de cogerla y mordiéndose los labios
lanzo un –Uuuuhhhhhhhh Siiiii Llego El Momentoooo Oooohhhhhhhh Ooooohhhhhhh
Oooohhhhhhhhh Siiiii Ricooo Siiii Empujalaaa Voos Metemelaaa hasta el fondo
tranquilo que Estoooy Empapada Mandamelaaa Todaaa Quierooo Sentirlaaa Todaaa
Dentrooo Cogeme Cielo Cogeme con esa Verga inmensa Oooohhhhhhhh
Ooooohhhhhhhhhhhh, y Rico la Toma de la cintura y comienza lentamente a
empujarla hacia abajo clavándose la enorme verga dentro de su concha –Aaaaaahhhhhhhhhhhh
Aaaaahhhhhhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhhhhhhh Siiiii Neneee Cogemeee Asíiiiii Siiiiii
Cogemeeee Siiiii que Buenaaa Pijaaaa Diooos Eees Enormeee Meee Fascinaaaa
Tenerlaaaa Adentrooo Aaaaaahhhhhhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhhhhhhh gemía
ella mientras la gigante Pijota del ladino niño se iba adentrando en su concha hasta
que Rico la freno la dejo un momento con media pija clavada y en un movimiento
de Caderas se clavo entera y ella pego un grito que anunciaba su primer orgasmo
–Aaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy Aaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy
Aaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy Siiiiiiiii Queeee Pijaaaaaa Queeee Ricoooo
Cogeees Neneeeee Aaaaaahhhhhhhhhhhhhhhh Aaaaaahhhhhhhhhhhhhh
Aaaaaahhhhhhhhhhhhh Gemía ella mientras comenzaba a dar fuertes sentones sobre
la tremenda verga del chico se levantaba sacándosela casi por completo y se
sentaba de golpe clavándosela entera y Gimiendo como puta ardiente
–Aaaaaahhhhhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhhhhh Siiiii Asíiii Asíiiiii
Siiiii Cogemeeeee Asíiiii Siiii Aaaaaahhhhhhhhhhhhhhhh Aaaaaahhhhhhhhhhhhhh
Aaaaaahhhhhhhhhhhhh, Dios mío nunca la vi coger así a mi esposa la verdad la
desconocía, y cada vez veía como ella se movía y saltaba frenéticamente sobre
la enorme verga y gemía a más no poder disfrutando
una cogida que nunca disfruto de esa manera y nuca habia sido cogida de esa
manera con una pija de ese tamaño podía ver como Angélica Subía y bajaba su
cuerpo a gran velocidad y gemía mucho con muchísima intensidad
–Aaaaaahhhhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhhh Aaaaaahhhhhhhhhhh Aaaaaahhhhhhhhhhhh Siiiii Asíiii
Cogemeeee Asíiiii Cogeme Todaaaa Siiiii Soy Tuuu Putaaaa Cogemeeee Cogemeeeee
Todaaaa Quierooooo Tuuuuu Lecheeee Damelaaaaa Dameeelaaa Todaaaaa Metelaaaa
Bieeen Adentroooo y Largameeee Todaaaa Laaaa Lechitaaaaa Aaaaaahhhhhhhhhh
Aaaaahhhhhhhhhh Aaaaaahhhhhhhhhhh Aaaaaahhhhhhhhhhhh, y no tardarían en llegar
al orgasmo ella mientras se ensartaba bien duro esa descomunal verga la vi que
estaba como sintiendo que la verga aumentaba de grosor y sentía que ese
jovencito ladino estaba por acabar y luego de un momento pego tres sentones
profundos y no se animo a recibirla adentro así que se levanto se arrodillo y
metio la cabeza dentro de la bañera comenzando meter la enorme verga en su boca
comenzando a mamar desesperada buscando la Lechita que necesitaba el ladino de
mi sobrino gruño y ella retiro la verga de su boca y apunto hacia boca y su
cuello otro gruñido lanzo Rico y un feroz y abundante Chorro de esperma impacto
dentro y fuera de su boca otros tres impactaron en su boca y cuello deslizando
la leche por su hermosos senos mientras ella lo masturbaba Frenéticamente hasta
que dejo de acabar lo beso en los labios y se volvio a incorporar vistiéndose
luego que termino de vestirse fui hasta el baño y Abrí la puerta: – ¡Por Dios!¿Estás
bien, amor? ¿Me ha parecido oír algo? Rico corrió la mampara de la bañera para
que su estado no fuera tan evidente. Angélica aprovechó el Vapor para alegar,
con voz entrecortada… –No, no pasa nada. Y salió del baño con paso apresurado y
me pareció verla como si iba chupándose los dedos. Así que Yo la seguí hasta la
cocina. Cuando llegué se limpiaba el escote con un paño. –¿Te has manchado,
cariño?, le pregunté con un punto dolido. –Sí, un poco en el escote. –Debe ser
leche… del café con leche, digo. –Sí, debe ser leche. Pero, vamos, muy poca. –Pues
también tienes en el pelo, y con una servilleta le limpié suavemente el mechón
el poquito de lefa que le había caído, con lo que, seguro, que aquel cabronazo le
había dejado las tetas todas embarradas. –Pues leche, no puede ser, y Angélica
tragó saliva, ya claramente incómoda – porque leche me ha caído muy poca.
Apenas unas gotitas en el borde del jersey. –Pues no será leche, le apoyé yo.
–Pues no será. Y salió de la cocina con aquel bamboleo de nalgas que cimbreaban
la falda de tubo como nadie. Ella se sentiría mal, seguro, pero yo y mi pequeño
calabacín no sabíamos a qué atenernos. Por la mañana ya me había pasado el mal
rollo y estaba en tal estado de excitación que en cuanto la vi en la cama con una
Camisoncito rosa palo y una tanguita haciendo juego me lancé sobre ella. Como
siempre se dejó hacer, alegre, y esta vez optó por cabalgarme encima mío, pero
mirando hacia mis pies, la postura denominada “Cowgirl reverse”, en un intento,
quizá de sentir más dentro suyo mi escasamente dotada virilidad. Ver aquel
culo, apenas cubierto por el finísimo camisón moviéndose a aquel ritmo fue demasíado
para mí. Descentrado, le sujeté la finísima prenda y di un tirón
arrancándosela. Fue demasíado, aquella espectacular espalda, aquellas caderas
de chelo amasadas en carne. Acabe. Me hubiera gustado no hacerlo pero fue más
fuerte que yo. Noté el breve gesto de desdén cuando mi querida esposa dejó caer
el brazo derecho. Una vez más no sólo le había costado sentir algo sino que mi
falta de talla se venía acompañada por mi incontinencia seminal. Me tumbé en la
cama, esperando que ella, acabase como siempre, autosatisfaciéndose a mi lado
como solía. Sólo musitó: -Era mi camisón favorito. Yo repliqué: –Te compraré
más –en placer, puede que no. Pero en dinero no tenía competencia. Se tumbó y
noté las vibraciones del somier. Había empezado a tocarse sí. Y entonces lo oí:
–Tiíta… Tiíta. -¿Qué querría aquel mocoso? ¿Cómo osaba llamar a mi esposa
cuando apenas eran las once de la mañana de un lunes? Ella se levantó. De la
manera que fuera no había hombre en aquella casa que no la dejase insatisfecha.
–¿Qué pasa? –Acuérdate de lo que hablamos ayer dijo a través de la puerta, sin
atreverse a entrar con lo que se perdió el cuerpo desnudo de Angélica en todo
su esplendor –Tienes que acompañarme a ver al director del colegio. Recordé que
después de cenar había estado hablando largamente con Rico. Estaba intentando
espiarlos, pero susurraban más que hablaban y como no pasó nada y mi oído no es
nada en comparación con mi vista, que es la que me sustenta y me alimenta, no
le di mayor importancia. –Recuérdalo, querido, nos lo pidió su madre. No dije
nada. Me incorporé en la cama y esperé a que se duchase para luego verla
vestirse, uno de esos placeres que me habían concedido los pequeños dioses de
mi Barrio. –¿Lo bastante conservadora para ir a ver al director de un colegio
pijo? La miré de arriba abajo. –La blusa blanca con el lazo negro al cuello me
parece que les encantará. Y la falda violeta con esa caída y ese poco de vuelo,
por debajo de la rodilla, perfecta. –Bueno, si el rey de los conservadores es
conforme… –Pero no entiendo los tacones de 12 centímetros ni que te hayas
puesto esta ropa interior negra, tan sexy. –¿No se me transparenta nada,
verdad? –y pareció realmente preocupada. –No –pero mentí porque las blondas del
Corpiño se le notaban bajo la ceñida blusa y no sólo creía que ella lo sabía
sino que lo buscaba. –Una chica necesita sentirse guapa por dentro y me sonrió
cómplice. –¿También con medias negras y liguero? y le arrojé una almohada
siguiéndole la broma. –¿No estarás celoso? ¡Por Dios, es un niño! ¡Es para
mantener el interés de mi marido después de siete años de matrimonio! –¡Pues
estoy muy interesado en lo que harás hoy de tal guisa! –No haré nada con el
chico, te lo prometo. Y me besó en los labios como una mariposa fugaz para
luego irse dejando en la habitación ese vacío que quedaba siempre que sus
provocativas caderas salían por la puerta y que en ese caso el vaivén del vuelo
de la falda no hacía más que acentuar de una manera sutil. Volvieron casi a las
tres de la tarde. Yo ya había comido algo. Les pregunté cómo les había ido pero
me contestaron que “bien” y poco más pude sacarles. Rico se encerró en su
habitación tecleando en su ordenador como un poseso. Y Angélica pasó la tarde
hablando por teléfono con una amiga con la que iba a irse de compras. Así que
tuve tiempo para planear mi siguiente paso. Por la noche, cuando Angélica
volvió yo los ignoré a ellos. Cenamos casi en silencio. Como yo había dormido
una amplia siesta no fue difícil esperar a que ellos cayesen rendidos. Luego me deslicé subrepticiamente en la
habitación y me hice con el portátil del Jovencito. En el salón lo puse en
marcha y no fue difícil dar con la clave de Rico: “Lakers" su equipo de básquet
favorito y el año de su nacimiento. A todos los empollones les gusta la Nba y
todos, todos, tienen un diario. Lo que sigue es el diario de Rico de ese día.
Puro cortar y pegar. Entre paréntesis me he permitido expresar mis
pensamientos. Mi tía me explicó, no todo, pero sí lo que pensaba que tenía que
saber. Yo veía el plan tan complicado como todos los papeles que había guardado
en su elegante cartera de piel. En cambio ella parecía tan segura como su
manera de conducir: iba a más de cien por hora. Pero yo sólo podía mirarle las
piernas. La falda no era estrecha, no, pero ella parecía conducir más cómoda
con la misma un tanto arremangada, justo para que se le viera el final de las
medias y el principio del liguero. Le debíamos estar alegrando al vista a todos
los camioneros que adelantábamos. Cuando estábamos a punto de llegar me dijo
que llamara al director de mi escuela desde mi móvil. Funcionó. Román
Traiter, el máximo responsable de mi escuela, estaba en el parking
esperándonos, con su aire de director de orquesta, su jersey de pico y sus
gafas redondas. Pero incluso tras de ellas pude ver sus ojos desorbitados
cuando abrió la puerta del coche y descubrió las espectaculares piernas de mi
tía, que, oh, sí, se cubrió, pero… ¿me lo pareció a mí o se demoró unos
segundos en bajarse la falda para que el director no se perdiese aquel panorama
para el deseo? En ese instante mi tía pasó del exhibicionismo a una fingida
timidez, pero el director en el mismo lapso mudó de la caballerosidad a la
lujuria. Cuando cogió la maneta del BMW su gesto fue cortés pero en el tiempo
en que la portezuela recorrió sus 90 grados ya se le estaba salivando. Traiter
nos guió hasta su despacho. Pero de una forma rara, dejando siempre que tía
Angélica fuera primera. Quizá para verle el culo porque era una escándalo como
mi tía movía las caderas y como aquella falda de vuelo no hacía más que
acompañar aquel vaivén. Pero, la verdad, es que no puedo decir a ciencia cierta
lo que miraba él pero sí estoy seguro de lo que estaba mirando yo: ese culito
era un imán. Y también lo fue cuando pasamos junto a la cancha de básquet. Si
hubiera podido ampliar mi campo visual algo más allá de aquel tren trasero me
hubiera dado cuenta de cómo dejaron de jugar a nuestro paso. Pero sólo lo vi de
reojo, oyendo como él la pelota dejaba de votar poco a poco hasta rodar a los
pies de Angélica. Ella la sobrepasó de un saltito. –Ooops. No, no se podía ser
más sexy. Traiter la debía estar mirando tan fijamente que casi se mata al
tropezar con la pelota. Éramos un grupo peculiar: un bombón con una cartera de
piel, un cincuentón con el labio temblándose y yo con una regla de cálculo de
acero, de esas con regleta corredera rematada con un tornillo, tal y como ella
y yo habíamos hablado y planeado. Pero eso, que yo estuviera cumpliendo un plan
en aquel momento era un milagro porque sólo pensaba en aquella Cola y como yo,
el director Traiter, los chicos de la cancha de básquet, el bedel que nos
encontramos en las escaleras o los dos profesores que desencajaron su mandíbula
a nuestro paso. Había una silla en el despacho, frente a la mesa. Pero el
director Traiter le ofreció a mi tía el sofá, junto a la pared, yo creo que
para tener una mejor perspectiva de sus piernas. Al final, la silla me la quedé
yo. Me pareció lo más oportuno. Mientras él hablaba ella parecía escuchar.
Cruzó sus piernas y el pie empezó a balancearse en una suave cadencia. De
repente, paró, y entonces lo que empezó a balancearse en la punta del pie fue
su zapato negro, sugiriendo algo en el aire que hacía que las palabras del
director cada vez sonasen menos seguras. –En esencia, señora Grans, esto son
cosas de niños. Tiene que entender que los padres de los dos chicos que pegaron
a su sobrino hacen cuantiosas donaciones… a la escuela. Y la política, nuestra
política, es la interferir lo menos posible en las relaciones interpersonales
entre los chicos. Así que sólo tiene… tiene que… firmar… firmar esta renuncia a
cualquier reclamación legal y exonerando… a la escuela de cualquier… de
cualquier responsabilidad. –Pues, señor director, yo lo entiendo de otra
manera. Si viera estos documentos… –y abrió la cartera de piel para sacar un
gran fajo de papeles. Pero entonces, como por azar, lo papeles cayeron al
suelo. –¡Oh, soy tan torpe! – y sí, sonó afectado. Pero también tremendamente
sexy. Fue como un resorte. A pesar de lo rechoncho que estaba, Traiter se
plantó junto a ella como si hubiese saltado disparado por un muelle. Hizo bien
porque con la excusa de acuclillarse para recoger los folios mi tía no prestó
mucha atención a su falda, de manera que Traiter, y yo, le pudimos ver las rodillas,
los muslos, ese liguero que ascendía hasta la cintura… hasta retazos de su
negra Tanguita brasíleña. (Sí, conocía esa Tanguita Era la que uso cuando
cogimos en la bañera mientras Gemía y gritando pedia que le destroce la concha
con mi gran pijota, a mí también me encantaban). –Gracias por ayudarme. Es
usted todo un caballero. Pero viéndolos, estaba claro que la fragilidad de ella
era sólo aparente. Que el que estaba a punto de caer en sus garras era él, mi
odioso director escolar. Yo me acerqué, como si también quisiera ayudar. Pero
no iba hacerlo porque teníamos un plan. Y esa era mi parte. Me acerqué con la
regla de empollon, puse la regleta justo pegada a la blusa blanca de mi tía,
noté como el tornillo se pegaba a su cuerpo y entonces dije: –Tiíta… se ha
enganchado. Ella hizo todo el trabajo, como dijo, como habíamos hablado. –¡Qué
frío! –y saltó poniéndose de pie de un brinco. Yo no tenía que hacer nada, sólo
sostener la regla con fuerza. No soy nada. Sólo un empollon con una regla. ¿Qué
puede haber más normal? ¿Una tía maciza dando tirando de su blusa hasta que
salten tres botones? Bueno, eso no es normal. Pero es algo que todos los
mortales soñamos ver. Y yo lo vi y el director Traiter también. ¿Qué hombre no
puede pensar que es su día de suerte en lugar de qué le están preparando una
trampa? –Perdón, señor director, no sé lo que ha pasado… yo… yo… Ahora sus
pechos se veían perfectamente apretados en aquel Corpiño negro. Sólo se habían
salvado dos botones a la altura del ombligo y el que cerraba el cuello. De
manera que ahora el lacito negro caía sobre aquellos pechos y el canalillo,
haciendo dibujos imposibles. Angélica hizo como si quisiera cubrirse, pero sólo
un poco, como si fracasase cada vez en el intento. –Estoy… estoy tan
avergonzada. –Tranquila, tranquila… Federico, ¿te importaría salir un momento y
esperar en la antesala? Lo hice, claro. Salí. Ella dijo que pasaría. Y estaba
pasando. ¿Qué podía hacer yo, excepto dejar la puerta apenas abierta con una
rendija para espiar lo que pasase dentro? Ella volvió a sentarse. Traiter le
puso los papeles sobre el regazo y dio un par de palmadas sobre el fajo, como
una manera indirecta de palpar sus adorables muslos. –No puedo creer que me
haya sucedido esto pero por mucho que lo dijera ella estaba claro que el que no
podía creerlo era él. –¿Ya está más tranquila? y el muy osado le puso la mano
en el pecho, como si quisiera comprobar su nivel de respiración. –Sí, sí… ya
estoy mejor. –Pues, querida, firme aquí… y… deberíamos vernos en otro momento.
Ahora no… porque en diez minutos tengo una reunión con la asociación de padres…
Pero podría usted debería volver… Volver otro día, Le podría enseñar nuestras
instalaciones… Son impresionantes. –Ya pero es que yo lo veo desde otro punto
de vista, señor director. Creo que esos chicos fueron dos matones, dos
abusones… y que deberían ser expulsados de la escuela. ¿Ve? Este es el
formulario de expulsión, se lo he traído con sus nombres y todo. Yo sí que
veía. Veía como ella se inclinaba y al hacerlo la blusa se volvía a abrir
ofreciendo aquellos cocos como un suculento manjar. –Pero eso… glups… eso no se
ha hecho en años. –Pero puede hacerse. Técnicamente es posible. –Ya. Pero los
expulsados deberían ir a otro centro y no sé… –Yo sí que sé. Este plano indica
que el más cercano es el Instituto Público Lope de Vega. –Pero… pero… ese
instituto está al otro lado de la línea del distrito. Ese barrio es… muy
problemático, lleno de bandas latinas… No sé qué futuro les esperaría a esos
chicos allí. Ya le he dicho que son de muy buena familia, no están
acostumbrados a algo así… sería… sería casi criminal. –Bueno, sólo estarían
unos días. Hasta que sus ricos padres los sacasen utilizando sus talonarios. El
suficiente… –Pero, querida, ya sé que es usted un poco inocente… pero haría
falta… –Sí, ya lo sé. Haría falta alguien como usted, alguien tuviese al
presidente de la Junta Escolar Municipal comiendo de su mano –y al decir
esto le tocó la rodilla. En ese momento me pregunté hasta donde estaría
dispuesta a llegar. Porque nos encontrábamos ya en esa parte del plan que tía
Angélica había preferido no contarme. –Bueno, querida… Es verdad. El presidente
de la junta me debe un par de favores… pero yo… –¡Pero nada! Él le deber
favores y yo le debería uno muy grande, muy grande si usted firmase aquí, aquí
y aquí –y al decirlo puso los tres formularios sobre las piernas del director,
señalando con el dedo índice de manera muy provocativa. Tanto que al final
añadió: –¿Eso tan duro no será lo que pienso, señor director? ¿No querrá ir en
ese estado a la reunión de la A.P.A? –Ups! Yo… yo… –Sólo estas tres firmas y yo
le daría ahora, ahora mismo, justo lo que le hace falta. Un hombre como usted,
un director de un colegio tan importante… Sólo una mujer como yo puede darle
justo lo que necesita. Ya no veía su mano. Parecía que le estaba tocando el
muslo pero se encontraba bajo los papeles y a lo mejor incluso había ido más
allá. Román Traiter se animó. Su mano peluda se posó en las rodillas de mi tía
y viajó hasta su muslo. –¿Usted haría eso por mí? Debería ser muy rápido. La
reunión de la APA… está a punto de empezar. –Si firma, señor director, seré lo
suficientemente rápida. No lo haga por mí. Hágalo por el chico, por todos los
chicos maltratados. Oí el ruido de la cremallera. Y entonces lo vi. –Uuuummmm Guau
¡Cielos! ¡Es verdad que su equipamiento es impresionante, señor director!
Enfebrecido, Traiter sacó su bolígrafo y firmó dos de las hojas. Sólo quedaba
la tercera, la propuesta de traslado al Latin King High School. –¿Lo haría de
verdad, señorita? –¿Le parezco poco decidida, señor director? Yo diría que sé
perfectamente lo que me llevo entre manos. –Sí, la mano está bien. Pero…
no sé cómo decirlo ¿podría contar con su boca? Mi tía puso la parte de su cara
aludida en forma de “o” y la tapó con la palma de su mano. –¡Con mi boca? ¿Cómo
se atreve, descarado? ¡Pero si eso no se lo hago nunca ni a mi marido! (¡Que
falsa! ¡Pues no me la ha chupado veces mi mujercita ademas se canso de chuparle
la verga a Rico! Ahora, no me extraña que pusiera al tipo como una moto.)
–Pero… piense en el niño, querida. En todo los niños que sufren acoso escolar.
–Bueno, si es por los niños… Fue decirlo y firmar Traiter. Fue firmar y ver a
mi dulce tía recoger la documentación alegando que: –Ya la enviaré yo a la
consejería. –Pero si mantengo los trámites, volverás ¿no? –Volveré, volveré.
Pero ahora no va a tener que esperar. Va a ir a la reunión relajadito,
relajadito. Y dicho y hecho mi tía se amorró al pilón. De hecho le puso tanto
interés que el director llegó a sospechar. –¡Dios! ¡Joder! ¡Qué no se la chupas
a tu marido? ¡Pues nadie lo diría! –Es para que no decepcionarle. –Calla,
calla. Y sigue. No te desconcentres. De repente oí pasos y tuve que dejar de
mirar. Era la señorita Gretel, la secretaria del director. Cerré la puerta. Y
me senté en una silla como si no pasase nada. Gretel avanzó hacia la puerta.
Golpeó con los nudillos la jamba. –Señor director. Los miembros de la APA ya
están aquí. Entre jadeos se oyó desde la puerta: –En un momento acabo y les
dice que pasen. Tras dos minutos se abrió la puerta. Mi tía salió con la cartera
en una mano y con la otra agarrándose la camisa. Con el dorso de la mano que
sujetaba la cartera se limpió los labios con su lengua y fue hacia la salida.
Ya estaba excitado, claro. Pero ahora me dolía. Cuando salíamos en coche
pasamos junto a Borja y Pablo, los dos chicos que me pegaron hasta dislocarme
el brazo. Al cruzarme con ellos por primera vez no desvíe la mirada. Ahora se
la sostuve y simplemente, y sin que me viese mi tía, pasé mi dedo índice de un
lado a otro del cuello. A pesar de la universalidad del gesto creo que no lo
entendieron. Tras aquella nueva revelación dormí mal aquella noche, algo raro
en mí. Me desperté de madrugada y no salía de mi estupor. Nunca había
desconfiado de mi mujer. Pero ahora, en aquella casa de ensueño, viviendo de
las rentas acumuladas durante la burbuja inmobiliaria me empezaba a preguntar
sobre el papel de mí… “inocente esposa”. De repente, un montón de situaciones
que me habían parecido fortuitas empezaban a no parecerlo tanto. Como aquel
puente que pasamos en un yate en el que conseguí un contrato con unos
promotores para diseñar un hotel-resort en Baleares. ¿Habría sido verdad que
por un estúpido error el único bikini del que había dispuesto ese día era uno
de su hermana que le iba dos tallas más pequeño y del que sus pezones se
escapaban una y otra vez? Incluso una vez sorprendí a los dos socios de la
promotora disputándose quién le ponía crema para el sol en la espalda. Angélica
en la tumbona, riendo divertida, mientras ellos agarraban a la vez el bote de
protector solar. Mi llegada les sorprendió tanto, que uno de ellos dejó el bote
bruscamente y el otro lo apretó con tanta fuerza que una parte de la leche
dermoprotectora salpicó por sorpresa y fue a dar en el cuerpo de Angélica, en
la barriga la mayoría, pero algunas gotas también en el pecho, cosa lógica
porque el bikini no le tapaba casi nada y su abundantes melones se desbordaban
por arriba, por abajo y por los lados. Ella dijo lo mismo que ayer con Traiter:
–¡Qué frío! La misma frase. Pero entonces yo conseguí un contrato de 3,5
millones de euros. ¿Casualidad? Empezaba a dudar de todo. Si había sido capaz
de aquello sólo para ayudar a mi sobrino a qué no se habría atrevido para
apoyarme a mí, el amor de su vida. Recordé otra vez en la que me había asociado
con unos constructores de Castellón pero el concejal de turno se negaba a
recalificar. Todo cambió después de una fiesta. La recuerdo porque estaba el
mencionado concejal pero también mi preciosa esposa que escogió para la ocasión
un modelito que incluso a mí me hizo reconvenirla: era de un vestido noche
negro, y con un escote tan profundo que se le veía el ombligo, sólo una
tira blanca impedía que las dos franjas de tela que se unían a su cuello
descubriendo la espalda y que apenas podían abarcar tanta abundancia no diesen
un espectáculo sorpresa. Ella se rió ante mis reservas. Pero el concejal en
cuanto se la presentó empezó a bizquear. Y era más que evidente de dónde no
podía sacar sus ojos de encima, cuando hablaba con ella y Angélica fingía que
aquel imbécil la hacía reír. Quizá con demasíado énfasis porque no hacía falta
que echase tanto la cabeza hacia atrás, ofreciéndole a aquel político de
segunda una vista de primera de aquel par de magníficos melones. Al rato mi
mujer se retiró a las habitaciones de arriba alegando una inesperada jaqueca y
ahora que lo pienso tampoco sé donde se metió el concejal. Sólo recuerdo que al
día siguiente la concejalía cambió de postura, recalificaron y todos, todos,
nos hicimos muy ricos. ¿Otra coincidencia? El azar parecía tontear con Ángelica
siempre había dinero en juego. Como cuando íbamos a firmar la hipoteca de esta
magnífica casa. Dos días antes cambiaron el delegado de la sucursal que nos
otorgaba el préstamo. Y el nuevo tipo, un joven ejecutivo estirado tipo yuppie
cretino nos quiso modificar las condiciones por otras mucho más duras, alegando
que iba a cambiar el ciclo y pronto estallaría la burbuja inmobiliaria. ¡No
sabía cuánta razón tenía! El caso es que todo apuntaba a que no podríamos
construir la casa de nuestros sueños cuando el tipo me llamó por sorpresa y nos
sólo volvió a las condiciones viejas sino que incluso las mejoró. No fue hasta
dos días después cuando Angélica me confesó que se había encontrado con él
cuando no pudo arrancar su coche que curiosamente había estacionado en el mismo
aparcamiento descubierto que el director de la oficina. Mi ingenua esposa había
intentado primero reparar la avería ella sola y luego había caído en las garras
de unos grueros más bien procaces que le dijeron más de una
inconveniencia. Ya se veía abocada a tener que viajar con ellos hasta el taller
cuando pasó el joven director de sucursal y se ofreció a llevarla casa. “Mi
salvador”, bromeó mi señora tras su regreso. No me extrañaba que se hubiera
ofrecido voluntario: regresó a casa con su vestido blanco con abundantes
manchas de grasa, de sus intentos de reparar ella misma el motor, incluso en el
generoso escote o algún tizne en la cara, lo que le daba un irresistible aire
de dama en apuros. Ahora, el cambio de actitud del joven directivo, que recordaba
como atractivo y de cuerpo fibroso, me hacía albergar más que una sospecha
inconfesable. ¿Tan poco conocía a mi mujer? Y, lo que me parecía más
sorprendente ¿tan poco me conocía a mí mismo? Porque yo a más me repasaba la
película menos enfadado y más excitado me sentía. Busqué inútilmente aquel día
tener sexo con Angélica en un par de ocasíones pero ella parecía más distante y
teniendo en cuenta la escasa satisfacción que le proporcionaban nuestros
encuentros también lo entendía. Recordaba el grado de calentura con el que se
fue a llevar a Rico a la escuela y se preguntaba si en otras circunstancias
ella hubiera llegado tan lejos. –Te he comprado el nuevo camisón. Por el que te
rompí. -Gracias, eres un amor pero su beso aterrizó en mi mejilla. Lo peor es
que ella parecía especialmente vinculada con Rico. Bromeaban juntos. A la hora
de la comida incluso le introduce un bombón en la boca a mi sobrino. Por un
momento, muy breve le metió un par de sus deditos en la boca. Casi se me
atragantó la fruta yo estaba masticando. ¿Era una descarada o yo me lo estaba
imaginando todo? Ese martes por la tarde tenía que venir el médico de la mutual
a sacarle el vendaje a Rico. Cuando llega el
viejo doctor veo que sus gafas redondas están tan empañadas que es difícil que
vea nada. Me pregunto si el que Angélica se haya puesto esa tarde una pollera
amarilla suelta no mucho más larga que un cinturón ancho no tendrá nada que
ver. Desde el principio se muestra solícita con el doctor, le lleva del brazo a
una habitación y allí le quitan el vendaje a Rico. Todo va bien, el brazo
parece que está perfecto por fin. El viejo médico está recogiendo, yo me he
apartado en una habitación al otro lado del pasillo, pero puedo verlo todo, las
dos puertas están abiertas. Pero Rico, sentado en la cama, todavía tenía una
perspectiva todavía mejor que la mía. –Doctor, ya que está, aquí, ¿le puedo
hacer una consulta? –Claro, señorita… –Llámeme Angélica. Es que me duele aquí… y
vi como arqueaba la espalda y ponía las manos en una de sus nalgas, como si
hiciera falta resaltarlas todavía más con aquella faldita que parecía de tejido
elástico. El viejo galeno se acercó. No podía decir si arrastraba los pies por
la edad o porque le pesaba la lujuria. –Y dice que hace mucho que le duele…
–Desde hoy. He debido hacer un mal gesto. O deben ser estos tacones y se
inclinó Curvándose y acariciándose el tobillo de la manera más sensual. Me
pregunté a quién estaba intentando ayudar esta vez: ¿a mí? ¿A Rico? ¿A sí
misma? –Ejem, señorita, si pudiese echar un vistazo. –Bueno es que me da un
poco de vergüenza mientras lo decía le daba la espalda, movía el culito de
derecha a izquierda y se bajaba inútilmente la faldita, haciéndola todavía más
ceñida, si ello era posible. –Angélica, soy médico. –Sí, claro tiene usted razón
doctor, y subió la faldita muy, muy lentamente. Si tenía vergüenza del
facultativo setentón ya se le había pasado. Y estaba claro que la presencia de
Rico en la misma habitación no la cortaba lo más mínimo. –Ejem, lo siento,
pero… debería subírsela un poquito más. –Sí usted lo dice, doctor y la muy
fresca siguió subiendo hasta que quedó absolutamente enrollada en la cintura,
con su culito con su tanguita amarilla enterrada en medio de su grande y dura
Cola bien parada absolutamente expuesta. ¿Lo tendría planeado? ¿Cómo si no se
había puesto esa Tanguita tan, tan minúscula, amarilla, además, haciendo juego
con la diminuta falda? –¿Me Permite, señorita? –Sí, por favor Desde luego.
Joder, estaba suplicándole que le tocase. El abuelete le puso aquella mano
sobre su nalga izquierda. – ¡Ohhhh! Ohhhh! Ohhhh!, que frío, Ohhh Ohhhh Ohhh!
¡No, aquella frase otra vez! ¡Y ahora ya sabía que, no, que no era una
casualidad! Y seguro que Rico también se daba cuenta de lo mismo. –Parece un
tirón sin mayor importancia. Llevó una crema relajante muscular en el maletín.
Ahora se la pongo. En ese momento recordé que el tipo llevaba un teléfono móvil
y que lo había dejado en el salón. Fui hasta allí, lo cogí, me llamé a mí
mismo, rechacé la llamada y ya la tenía registrada. Dejé mi móvil en la cocina
y le devolví la llamada. En un minuto aquel tipo que estaba al borde de la
jubilación se estaba frotando las manos para calentársela dijo y aunque no le
veía lo imaginaba salivando ante el muy apetecible culo de Angélica. Y un
segundo después su teléfono sonaba. El tipo detuvo sus manos a unos milímetros
del mejor Culo de nuestro Barrio. Y al tercer timbrazo yo entraba en la
habitación y le decía: –¡Su móvil, doctor! ¡Puede ser una emergencia! –¡No! Rugió
sordamente –¡Seguro que no es nada grave! –Doctor, sigue sonando. El tipo se
dio cuenta de la situación. Al fin y al cabo él era un anciano y yo el marido
de aquella beldad y dueño de la casa. Le acompañaré al salón, -doctor dije. -Seguro
que salva una vida. –Lo dudo replicó refunfuñando y limpiándose la mano untada
de crema con un pañuelo mientras yo le ponía la mía en el hombro y le
acompañaba a la puerta, hacia el pasillo. Ya avanzábamos por el corredor no sin
que el salido del doctor hubiese echado un último vistazo al adorable culito de
Angélica, cuando oímos su voz, más melosa que de costumbre, si cabe:
– ¡No se preocupe, doctor! ¡Ya me frotara La
Cremita mi sobrino! ¡Ya ha visto como se hace! El abuelete apretó los dientes,
como si le hubiesen golpeado. Para colmo cuando llegamos al salón, nadie
respondió la llamada. Lógico. Era desde mi teléfono que estaba en la cocina.
–¡Joder! ¡Encima debe ser una imbécil del hospital que se ha equivocado de
número! Le di 20 euros por la crema y otros 20 por el disgusto. Pero parecía
que nada podía consolarle. Cuando volví a la habitación, casi sin aliento, Rico
estaba amasando las Nalgas de su tía. Ella le ofrecía su culito en pompas con
las manos apoyadas en la pared y murmuraba sin ningún pudor: –Uuuuhhhhhhh
Oooohhhhh Oooohhhhhhhh Oooohhhhhhhhhh Sí, sí… sigue. Ahí, más abajo, más abajo,
Aaaahhhhhhh! Aaaahhhhhhh! Aaaahhhhhhh!. –Pero no te duele. –No. Sí… Es igual.
Tú sigue… ¡Sigue Aaaahhhhhh Aaaahhhhhhh Aaaaahhhhhh! Justo ahí. Desde mi punto
de vista estaba claro que la mano de Rico estaba mucho más abajo y mucho más
adentro de lo que recomendaría cualquier quiropráctico. Y también estaba muy,
muy claro que aquella mano estaría muy, muy mojada en breves instantes. Yo
había agotado todo mi ingenio con el infeliz doctor así que poco pude hacer,
excepto ver como mi encantadora mujercita llegaba al orgasmo. En el espejo del
armario vi. su cara, como se mordía el labio inferior, como jadeaba
Aaaahhhhhhhhhh Aaaaaahhhhhhhh Aaaaahhhhhhhh Siiiii Asíiiii Siiiii Siiiiii Asíiii
Ricooo Sigueeee Asíiiii Metemeee Maaas Adentrooo Tuus Dedooos Siiii Dameeee
Cremita con el Pomoooo Dameeee Cremitaaa Coon Tuuu Pomooo Tu Pomooo Grandeeee y
Gruesooooo Siiii Papiiii Quierooo Esaaa Cremitaaa Adentroooo Todaaa Laaa
Cremitaaa Bieeen Adentroooo Cogemeeee
Hastaaaa Largaaaar Todaaa Tuuu Lecheeee Dentrooo Miooo Aaaahhhhhhhhhh
Aaaaaahhhhhhhh Aaaaahhhhhhhh, con una mezcla de envidia, rabia y deseo. Lo peor
es que también la cara de Rico estaba reflejada en el espejo mientras Angélica
se deshacía de placer como hacía mucho que no le pasaba conmigo y, o yo era muy
tonto, o el puto niñato se estaba riendo de mí
pero en ese momento baja la cremallera de su pantalón y desenfunda su enorme
Verga y así inclinada como estaba Angélica le apoya la punta de esa gruesa
verga en la entrada de su vagina posándola entre su labio vaginales totalmente húmedos
entonces ella con las manos apoyadas sobre las puertas del ropero empuja su
cola y esa verga entra toda en su conchita mojada haciéndole pegar un sonoro
gemido de placer –Aaaaaahhhhhhhhhhhh Aaaaaaahhhhhhhhhhhhhhh
Aaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh Siiiiii Asíiiiii Ricoooo Cogemeeee Asíiiii Siiiii Aaaaaahhhhhhhhhhhh
Aaaaaaahhhhhhhhhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh –tiita como me gustas y la
manera en como gozas de mi pija te gusta que te coja? Le preguntaba el maldito
ladino a mi linda mujercita y ella no tardo en responder con los límites de su
excitación totalmente desbordados le dijo entre fuertes gemidos –Aaaahhhhhhhhhh
Aaaaahhhhhhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhhhhhhh Siiiii Meee Encantaaaa Comoooo Meee
Cogeees Cogemeeee Cogemeeeee Todaaaa Quierooo Todaaaa Tuuu Pijotaaaa Dentrooo
Miooo Llenameee Todooo Eeel Úteroooo Deee Lecheeee Aaaahhhhhhhhhh
Aaaaahhhhhhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhhhhhhh, –Tiita Demostrame cuanto te gusta mi
enorme pija dentro de tu concha le remato Rico, - Aaaahhhhhhhhhh
Aaaaahhhhhhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhhhhhhh Muchooo Muchoooo Meee Gustaaaa Muchoooo Cogeeer
Con Voos Sooos un Verdaderooo Machooo Cogeteeee A Tuuu Hembraaaa Aaaahhhhhhhhhh
Aaaaahhhhhhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhhhhhhh y ella automáticamente le empezó a dar
Culazos contra su vergota clavándosela lo más hondo posible demostrándole todo
el goce experimentado por una verga que nunca en su vida tuvo y yo no podía
creer lo que estaba viendo esa imagen de ella posada sobre el ropero de nuestra
habitación matrimonial empinada dando golpes en La enorme pija con su Culo
clavándose ese mástil enorme bien adentro de su conchita ardiente que no paraba
de chorrear fluidos vaginales y Rico al ver como gozaba Angélica Aumento el
ritmo de la cogida haciéndola perder totalmente la razón Y Gemir
descontroladamente como una puta descarada –Aaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Aaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Aaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Siiiiii Asíiiii Cogemeeeee
Asíiiii Siiiiii Dameeee Cooon Todoooo Siiii Fuerteeee Dameeee Bieeen Fuerteeee Aaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Aaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Aaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Estaban totalmente
Excitados los dos y el orgasmo de ambos no se haría esperar y no lo hiso así
llegaron juntos al orgasmo el primero fue Rico que penetraba sin misericordia a
Angélica con una fuerza y velocidad sobre humana pego un gemido y como aquella
vez en la bañera no quiso acabar dentro de su Tía y le saco la verga descomunal
de su concha y disparo gran cantidad de Leche por toda la espalda de mi
mujercita que en forma sistemática entraba en un orgasmo demoledor - Aaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Aaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Aaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Siiiiii Ricoooo
Siiiiii Regameeee Deee Lecheeee Siiiii Como Meee Haceees Acabaaar Meeee
Vuelveeee Locaaaa Tuuu Pijaaaaa Aaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Aaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Aaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh se le ponían los ojos
en blanco de tanto placer nunca en mi vida desde que me case con ella la vi
gozar así y quedo desplomada contra el ropero casi desvanecida y luego se tira
para atrás con la pija de Rico ensartada en su concha y lo abraza por detrás
gira su cara hacia atrás y lo besa en la boca metiendo su lengua para unirse
con la del ladino de mi sobrino y cuando el beso ceso se miraron lentamente y
ella con una sonrisa le dice –para que me vas coger así de rico si no me vas
acabar dentro de mi conchita me siento vacía Papi, -pensé que te podías
disgustar, -No Papi la próxima me llenas toda la concha con tu lechita y
acomódate que puede venir Julio si estabamos solo me coges otra vez hasta
dejarme Llenita de Leche, le dice ella descaradamente y se acomoda la tanga y
se Baja la mini hasta que le queda por debajo de su Cola y al rato entro yo
como que no supe nada de lo que paso. El miércoles
era el último día que Rico iba a pasar con nosotros. El jueves lo recogía mi
hermana. Aquella tarde, después de un día que Angélica pasó jugueteando entre
los dos y riéndose en cómo le prodigábamos nuestras atenciones. Después del
café fue ella la que propuso que viésemos una película, para hacer algo los
tres juntos y aprovechásemos el gigantesco home Cinema que dominaba el
salón. En lugar de tirar del Apple TV ella prefirió acercarse al videoclub.
Dijo que iría en un momento pero no me quedé muy tranquilo. Sobre todo por la
ropa Supersexy que escogió. Angélica la única esposa del mundo que se viste
para ir al videoclub como para acudir a un cóctel. El vestido era rojo
anaranjado con mangas hasta los codos pero los hombros descubiertos, así que
había optado por no llevar Corpiño. No es que le hiciera falta, no. Pero era
tan ceñido de cintura para arriba como suelto de cintura para abajo, con una
falda suelta hasta dos dedos por encima de la rodilla. El resto: medias negras
y zapatos negros. Conocía al chico del videoclub del cercano centro comercial
que por un milagro no había cerrado. Lo atendía, Noel, un jovencito feo y con
granos. Cuando Angélica se fue en el coche pensé en ese joven, en la cara que
pondría cuando viese entrar a la sexy Angélica con ese vestido. Estaba seguro
de que ella aparcaría lejos, tendría que cruzar el aparcamiento con ese mistral
frío que soplaba esa tarde, de manera que cuando llegase a la tienda lo haría
con los pezones marcados, lo que unido al vestido rojo haría que se convirtiese
en un semáforo humano. Ningún hombre dejaría de verla, ningún heterosexual
podría no desearla. Me la imaginé buscando por las estanterías, seguro que lo
haría para el placer de los pocos perdedores que estarían por allí. Seguro que
rehuiría las películas que estuviesen a una altura normal y que buscaría las
películas de terror que tanto le gustaban en los estantes más bajos, de manera
que podría Encurvarse al máximo y que todos aquellos idiotas contemplasen el
apetecible culo de melocotón de mi esposa. Volvió después de dos horas. Parecía
muy contenta: –He encontrado algo que parece una perla: “Noche de terror en el
viejo hospital”. Rico estaba esperando. Yo fingí indiferencia, sentado en el
sillón, como ojeando el Ipad de manera indiferente: –¿Te ha costado mucho
encontrarla? –Un poco. Noel la recordaba y me ayudó a encontrarla. Pero estaba
en un estante muy alto. Me tuvo que dejar un escabel para encontrarlo. Es lo
que me encantaba de Angélica, una cara de ángel, un cuerpo de stripper y
luego utilizaba la palabra “escabel”. –¿Tuviste que subir muy alto, cariño? –No
te preocupes, querido. Noel estuvo cerca todo el rato… para que no me cayera. Y
para verte la Tanga, pensé yo. Pero dije: –Seguro. Pero debes ir con cuidado al
encaramarte a sitio con esos tacones. –Incluso me agarró un momento, que pensó
que me fallaba el pie. Entonces me di cuenta. ¿No había salido con unos zapatos
negros? –¿Y esos zapatos rojos, cariño? –Me los he comprado hoy. Un capricho.
Los que llevaba no pegaban con el vestido. –Habría mucha gente en la zapatería.
–Pues no. Sólo yo y el dependiente. –¿Aquel señor mayor? –No. Había un joven
dependiente muy guapo. Y solícito. –Seguro que te ayudó a probarte un montón de
zapatos, ironicé. –Pues sí –y se volvió a mí con las manos en jarras. -Sabía
hacer sentir a una chica admirada. Me imaginé a mi mujer con aquel vestido
levantando la pierna mientras aquel capullo le tocaba el pie, quizá la
pantorrilla incluso, con la excusa de probarle un zapato tras otro,
mientras mi adorable esposa levantaría una pierna y le ofrecía otra perspectiva
de su cutre puesto de trabajo. Seguro que la próxima vez que su jefe le dijese
que cobraba mucho para lo que hacía no le llevaría la contraria. Si quería
disparar mis celos, Rico ya lo había conseguido. No necesitaba subir el volumen
con aquella historia. Pero Rico estaba taquicárdico. Angélica empezó a traer
todo lo necesario para ver la película. Yo Pusé el video en el Dvd Rico se
aposentó en el sofá y así pudo ver cómo la dulce Angélica se inclinaba para
traer los frutos secos, las palomitas, las bebidas. Y cada vez que lo hacía
podíamos ver sus muslos y las medias negras con liguero que había escogido, lo
que me irritaba no tanto por lo que viera mi sobrino sino por lo que, sin duda,
había visto el dependiente de la zapatería. –Querida, ¿podría bajarte un poco
la falda? –Perdona, amor. No quería hacerte sentir incómodo. Y dicho y hecho
agarró el vestido justo por la cintura y se lo bajó. En cierta manera fue un
éxito porque ahora el vestido le llegaba por las rodillas, con lo que creía que
no íbamos a ver su liguero todo el tiempo. Pero al hacerlo el borde del
vestido, con los hombros descubiertos, ya no le llegaba por las clavículas sino
que bajó en proporción a lo que cubría de piernas y ahora dejaba la mitad de
sus grandes pechos al descubierto. Sí, ella había sacado frutos secos, pero
Rico parecía mucho más interesado por aquel par de peras que ahora se le
ofrecían sólo medias cubiertas por una finísima y ceñida tela roja. Además,
sirvió de poco. Se sentó en el sofá, entre los dos, y cruzó las piernas con
tanta despreocupación una y otra vez, cada vez que nos alcanzaba un cuenco con
kikos o un vaso de refresco que pronto sus muslos dorados volvieron a estar al
descubierto. La película era malísima pero tenía la cantidad de sustos y
asesinatos que le encantaban a mi Angélica. En un viejo hospital retirado que estaba
a punto de cerrar el personal y los enfermos que pensaban que iban a pasar sus
últimos días tranquilos se veían sorprendidos por sórdidos crímenes, al parecer
cometidos por un antiguo cirujano que se había vuelto loco hacía muchos años.
Todas las enfermeras eran muy pechugonas y llevaban los uniformes más pequeños
que permitía el reglamento. A cada susto, Rico se abrazaba a Angélica, o le
agarraba la pierna. O giraba la vista hacia ella. Y lo hizo más veces cuando
descubrió que su protectora tía no tenía ningún problema en abrazarlo fuerte en
las escenas más sangrientas, que eran muchas, incluso, para que no mirara,
hundiéndole la cabeza en su desbordante escote y este aprovechaba para pasar su
lengua dentro del escote lamiendo los Senos De Angélica mientras ella
sensualmente se mordía los labios para no gemir, el mismo que yo había
provocado por mis estúpidas críticas a la cortedad de su falda. Así que cada
cinco minutos veía al cretino de mi sobrino apretar su cara allí donde yo me
moría por hacerlo: entre los senos de mi hasta entonces casta señora. Pero no
era sólo él. Mi mujer estaba más torpe de lo habitual y no era extraño que se
le cayeran unas almendras o unos cacahuetes y siempre iban a parar al pantalón
tejano de Rico. E igual que a veces le llevaba un nuez a la boca, o un maíz
tostado, dejando, como había hecho el día anterior, que el muy ladino de Rico
le lamiese ligeramente los dedos; del mismo modo, se demoraba cada vez,
recogiendo los frutos secos del pantalón de su sobrino de una manera morbosa,
sacudiendo la sal, con unos toques leves, palpando sutilmente el bulto de su
erecta y enorme verga, siempre que podía, aquel miembro con el que yo no podía
competir de ninguna de las maneras. Cada vez estaba más rabioso. Porque,
además, en los últimos abrazos, el mocoso pegaba la oreja a los pechos de mi
santa e inocente esposa y se me quedaba mirando con un gesto inequívoco de
burla. Vi mi oportunidad en un momento en que la enfermera pechugona que seguro
que sería la última en morir empezó a copular con un paciente que parecía
tísico. Sus pechos bamboleándose en la pantalla que iluminaba la oscuridad del
salón nos daba a todos un aire de lo más pervertido, si esto era posible. –No
sé si esta escena es adecuada para el Jovencito. –Oh, cariño, tienes razón.
Ahora la paso. Pero Angélica, que siempre se hacía un lío con las cosas
electrónicas, en vez de pasar la escena hacia delante lo hizo hacia atrás, con
lo que si no queríamos tetas aquí teníamos dos platos. Mi torpe esposa se dio
cuenta y apretó otro botón del mando del vídeo. Pero esta vez sólo logró
ralentizar la imagen, con lo que sólo logró más que aumentar el clima erótico
reinante. –¡Dios, no sé cómo va esto! Apretó otra vez, y otra vez, y otra. La
escena no hacía más que ir adelante y atrás, adelante y atrás, con lo que algo
que sólo era erótico ahora se había convertido en pornográfico. Era el efecto
Angélica: todo lo que tocaba lo volvía todavía más excitante. Al final le
tuve que arrebatar el mando a mi mujercita y cambiar el capítulo. Así dejamos
el sexo atrás y pudimos seguir viendo asesinatos y mutilaciones como cualquier
familia biempensante. Después de tanto Manoseo y roce mal disimulado el Jovencito
se fue a la cama con un calentón de campeonato. Casi el mismo que tenía yo.
Sólo que yo era el marido y ahora iba a tener a mi mujercita a mi entera
disposición. Llevaba sólo una tanga celeste, muy subido a la cadera. Empecé a
tocarle los pechos como yo sabía que a Ángelica le excitaba. Noté sus pezones,
cada vez más erectos, aunque era consciente de que el chico me había hecho el
precalentamiento. Entonces oí su horrible voz al
otro lado del pasillo: –Tiíta ve un momento. –¡Joder, el puto niño! –¡No me
puedo dormir después de ver una película como esa! Angélica se le levantó y se
calzó unas zapatillas de tacón. –¿No irás a ir? –¿Qué quieres qué haga? –Al
menos ponte algo. Tras un mueca de molestia se puso un camisón blanco, un Baby
Doll tan transparente que casi era mejor que hubiera ido en Topless,
como pretendía en un principio. –Cariño, esto es casi peor, me lamenté. –No sé
de qué te quejas. Es el camisón nuevo que me has comprado. No supe qué decir.
Se fue. No oía nada. Poco a poco me pudo la curiosidad, el morbo. Descalzo me
deslice hasta la habitación de Rico. La puerta estaba entornada. Lo suficiente
para que viera a mi sexy esposa con el camisón más transparente del mundo
sentada en la cama de mi sobrino. –No debes tener miedo. Ya eres muy mayor. –Si
te metieras un momento en mi cama, hasta que me durmiera. –No puede ser. Soy tu
tía. –Sólo un momento. –No estaría bien y le alborotó el pelo de manera
cariñosa. –¡Fue culpa tuya por escoger esa película espantosa! La pobre
Angélica suspiró: –Uuuuhhhhhh Bueno, sólo un momento. Hasta que te duermas. El
muy cabroncete lo había conseguido. Angélica mordiéndose el labio inferior hiso
caer el camisón quedando con sus pechos al descubierto con los pezones bien
duros y la Tanga bien metida en su Cola y se sumergió bajo las sábanas. –Abrázame,
Tiíta. –Bueno, para que te calmes. Por un momento sólo vi un bulto bajo las
sábanas. Silencio. De repente ella pataleó. Las sábanas cayeron. –Aaaaahhhhhh
Aaaaahhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhh ¡Rico, Deja De Morderme Las Tetas! ¡Chupamelas
Pero No Me Las Muerdas! ¡Aaaaahhhhhh Aaaaahhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhh! Ella
intentaba zafarse pero en realidad no lo hacía fingía para Excitar mas a Rico.
Pero él la apretaba contra su cuerpo, con lo que ella se retorcía y sólo
conseguía que su semidesnudez fuera cada vez menos semi. Debería haber
intervenido, salvar a mi esposa. Pero estaba demasíado excitado. –¡No es justo!
¡Llevas todo el día calentándome! se quejaba Rico, no sin razón. –Uuuummmmm ¡Era
un juego, Rico! ¡Déjame! –¡Hasta el chico del videoclub te ha podido tocar! ¡Y
el de la zapatería…! -¡Dios! ¡Pero yo no puedo! -Ya te la Chupe y Me cogiste en
la bañera y contra el ropero de mi habitación y no debemos volver a hacerlo y
esto no está bien Rico, y Angélica lo empujó hacia abajo para escurrirse de sus
brazos. Pero el precio de ello fue hundirle otra vez la cara en sus enormes
pechos. –¡Ellos apenas me tocaron! –Ellos no tienen esto y tampoco te lo han
metido en tu concha y soltándola se bajó el pantalón del pijama y exhibió el Pijota,
más erecta que nunca. –Por favor, que nos va oír. –Dime que no quieres tocarlo,
que no lo quieres dentro de ti. Dime que no has provocado a esos chicos porque
te mueres por una cosa, por una sola cosa. Él le restregaba la Pija por la
pierna, intentaba abrirse paso hasta la tanga, apartarlo. Angélica lo evitaba
una y otra vez. Pero parecía disfrutar con aquel juego del ratón y el gato.
Finalmente él consiguió ponerse encima, pero ella no abría las piernas. –Déjame,
Tiíta. Se la chupaste al director. Tienes que dejarme cogerte otra vez que se
que te gusto mi verga. Si no se lo contaré al tío. Ella dudó. Entonces vi. Como
abría sus piernas y se Corría la tanga. Y contestó: –Dale Cogeme Papi Dame tu
pija pero Sólo un poquito. Es tan grande que no quiero que me la metas hasta el
final porque me voy a terminar enviciándome con tu vergota y voy a terminar
cogiéndote a cada Rato en cada rincón de la casa. –¡Oh, Dios! ¡Gracias! Al
principio Rico fue poco a poco. Angélica cada vez se abría más de piernas. Y mi
sobrino se iba animando. – Aaaaahhhhhh Aaaaahhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhh ¡Dios! ¡Me
estás Cogiendo Otra Vez! ¡Me vas a destrozar Que Pijaaa Quee Teneees Papi Metemelaaa
Todaaa Quierooo Sentirlaaa Todaaaa Quiero Ser Tu Puta Cogeme Papi Cogeme Toda Aaaaahhhhhh
Aaaaahhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhh! El mete saca se hizo cada vez más continuo,
violento. Mi mujer estaría cada vez más mojada y aquel pedazo de pepino entraba
más y más a fondo. –¿Quieres que pare, tita? – Aaaaahhhhhh Aaaaahhhhhhhh
Aaaaahhhhhhhhh Aaaaahhhhhh Aaaaahhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhh ¿Parar? ¡Noooo! ¡Sigue!
¡Sigue Cogeme Cogemeee Todaaa Aaaaahhhhhh Aaaaahhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhh! Él
siguió. Sin desmayo. Con un vigor y un aguante que me dejaba anonadado. –¿Te
hago daño, tita? – Aaaaahhhhhh Aaaaahhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhh Aaaaahhhhhh
Aaaaahhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhh ¡Sí!!!! ¡Pero sigue, sigue Me Gustaaa Tu Pijaaa!!!
¡Cogeme, Juliooo Cogemeee Maaas Aaaaahhhhhh Aaaaahhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhh!!!! Mi
mujer llegó al orgasmo. A un orgasmo que hizo temblar el cuarto y empezó a
empujar su hermoso culo contra Rico clavándose bien esa verga descomunal y
Gritando y gimiendo como una autentica Puta – Aaaaaahhhhhhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhhhh
Aaaaahhhhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhhhhh Siiiii Asíiii Cogemeeeee Siiiii Asíiiii, Asíiiii,
Asíiiii Siiiii Aaaaaahhhhhhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhhhh Aaaaahhhhhhhhhh
Aaaaahhhhhhhhhhhh Estaba como poseída con la verga de mi sobrino que no
demoraría mucho en acabar por la Caliente Cogida que le estaba pegando a Angélica,
Y ella sintió que la enorme verga se hinchaba cada vez mas y Rico Daba unos
Gruñidos típicos de la eyaculación próxima y Gimiendo le dijo - Aaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Aaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Aaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Siiiii Sigueeee Asíiii
Siiii Ricooo Dejemeee Laaa Lecheeee Adentrooo Aaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Aaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Aaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh y el comenzo a bombearla
con todas sus fuerzas y ella se desfiguraba el Rostro de tanto placer se le
ponían los ojos en blanco hasta que tres tremendas estocadas finales y la clavo
hasta el fondo y en un gruñido le dijo –Uhhhhhhh Siiiii Tomaaaa Tiitaaa Tomaaaa
Miii Lecheeee Putaaaa Aaaahhhhhh! Aaaahhhhhh! Aaaahhhhhh!, y le largo todo ese
esperma letal dentro de la conchita hambrienta de mi dulce Angélica que pego un
gemido abrumador - Aaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh Aaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Aaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Siiiiiiiiiiiiiii Asíiiiii Amooor Llenameeee Asíiiii
Siiiii Dejemeee tu Lecheeee Bien Adentrooo que Meee Llegueee Hastaaa Eeel
Úteroooo Hacemeeee Uuun Hijooo Cooon Esaaa Pijaaaa Enormeeee Asíiii Quieroooo
Que Meeee Cojaaaan Aaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh Aaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Aaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh y así culmino todo con el orgasmo más intenso
que le conocí a mi mujercita. No podía esperar que yo no oyese aquello desde
nuestra suite. Me retiré a mi estancia. Ya había visto suficiente. Y
curiosamente me fui contento. Porque no estábamos en julio, sino en marzo. Y
porque Julio era yo. Aquella mañana
Angélica y yo lo hicimos por fin. Estaba tan excitado que me abalancé sobre
ella medio dormida. Se despertó claro. Y se dejó hacer, como siempre hacía conmigo,
porque nunca me negaba nada. Estaba dentro de ella, le estaba dando lo mío, lo
suyo, lo nuestro. Toda mi furia estaba desatada. El niñato había sacado la
bestia que llevaba dentro. –Cariño, ¿qué te pasa? No pareces tú. Mis labios le
comían la boca, mis dedos recorrían su cuerpo con una violencia inusitada.
Sabía que cuando me ponía así, acaba incluso más rápido que las veces normales
pero me daba igual. Sabía que le estaba mordiendo las tetas, el cuello. Sabía
que le estaba pellizcando. Pero me era absolutamente igual. Aquellos días
habían sido un infierno. Y ahora el demonio era yo. Entonces, no sé por qué,
miré la puerta. Y la vi entreabierta y… ¡lo juro! ¡Sí! Rico nos estaba mirando.
Hice ver que no estaba y seguí a lo mío. A pesar de mis menores dimensiones,
Angélica estaba mojada, muy mojada, y mi pequeño amigo llegaba a todos los
rincones con una solvencia desconocida. – Aaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Aaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Aaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Pero, Julio… qué... Qué…Aaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Aaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Aaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh jadeaba ella. No
podía creerlo y yo tampoco. Atento sin atender a Rico, aguanté más, mucho más
de lo que acostumbraba. Y Angélica, como siempre lo puso todo de su parte. Todo
y más. Y cuando al fin Acabe, agarrado a su culo como si me fuera la vida, ella
también Acabo, casi a la vez, conmigo, debajo de mí. Brillando de sudor y
deseo. Sin aliento, miré hacia la puerta: Rico ya no estaba. Mi hermana Pilar,
parloteaba y parloteaba. Estaba encantada de la expulsión de los dos matones.
Preguntó si Rico se había portado bien aquellos días. –Muy bien. –¡Genial es Un
dulce no sabes cómo me ayudo! añadió Angélica. –Tanto, que nos hace compañía.
Hemos hecho cosas juntos entre los dos. –Ver películas remató Rico...
–Compartir experiencias. –¡Y abrirnos y Mucho, Mucho! señaló Angélica. –Además,
ha estudiado mucho destaqué yo. –Sí, he aprendido muchas cosas, mamá reconoció
el propio Rico, sin faltar a la verdad. –Por lo que hemos pensado que podría
venir más veces. Cada fin de semana o cada quince días. Si a Rico le parece
bien puse yo sobre la mesa. –A mí me parece bien, mamá. –Si el chico estudia… condicionó
Pilar. –Estudiaré, trabajaré mucho. Casi no saldré de esta casa, mamá. –Ufff Por
mí encantada confesó mi mujercita Con un Suspiro y con cierta mueca morbosa.
–Bueno, ya veremos. Y lo vimos. Lo vimos y nos vimos los tres mucho más a
menudo. Es más Recuerdo que una semana despues de todos estos acontecimientos
el termino el ciclo escolar estaba de vacaciones y me llamo mi hermana Pilar
para pedirme permiso –Hola como estas Julio te llamo para ver si no tenes
inconveniente o estas ocupado para que Rico pase unos dias con ustedes ya que
Rico quiere pasar Algunos dias de sus vacaciones en su casa con ustedes quedo
muy contento como lo trataron tan bien se sintió muy a gusto y me pidió permiso
para que deje quedarse en tu casa con ustedes. –pero que inconvenientes puedo
tener Pilar por favor tráelo que de ultima si yo tengo algo que hacer se queda
con Angelica ella lo cuidara y ademas ellos se entienden bien y se divierten
mucho juntos, –Ok Julio en la tarde te lo estoy llevando. Ahora Rico incluso
pasa las vacaciones con nosotros. Y nuestro matrimonio vuelve a ir hacia
arriba. Es verdad que Angélica y yo seguimos sin hablar de sexo, de nuestras
relaciones. Pero volvemos a estar en la cresta de la ola y nos hemos ahorrado
una fortuna en psicólogos, asesores matrimoniales y todas esas mierdas. Incluso
mañana vamos a ver una empresa porque quiero diseñarles su nueva sede. Le he
pedido a Angélica que me acompañe. Creo que su saber estar podrá aportar mucho
a las negociaciones. En definitiva, Rico era lo que nos hacía falta: algo tan
sencillo como un nuevo punto de vista.
Continuara….
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