sábado, 8 de noviembre de 2014

El Sobrino




Marina contaba con treinta y cinco años, aunque daba la impresión de que los años no pasaban por ella. Se conservaba espléndidamente. Era una mujer elegante y coqueta, siempre bien maquillada, que le gustaba ir a la última. Además era guapa, de ojos azul turquesa, piel blanquecina y delicada, y con la melena larga, rubia con las puntas onduladas. Se cuidaba bien, por ese motivo su físico imponía, delgada de vientre plano, aunque a ella no le agradaban sus pechos, excesivamente voluminosos aunque bastante erguidos para ser tan grandes, y también su cola, últimamente la notaba más ancha y con las nalgas bien redondas. Pero procuraba hacer bastante ejercicio para cuidarse y mantenerse atractiva y eso la hacía ir al Gimnasio todos los dia dejando una dureza y una firmeza increíble en esas redondas nalgas. Vivía feliz junto a su marido en una lujosa Casa a las afueras de la ciudad. Su Marido Se llamaba Mariano. Era juez, ocupaba un alto cargo en los juzgados, un hombre discreto y de una gran reputación en la sociedad. Era un hombre sencillo y tímido, veinticinco años mayor que su esposa, ya había superado los setenta y los achaques propios de la edad comenzaban a pasarle factura. Se había quedado medio calvo salvó por algunas hileras de cabello canoso alrededor de la coronilla, destacaban su papada y su pronunciada panza, aunque el trabajo le daba vitalidad y se resistía a jubilarse. No habían tenido hijos, pero se amaban, vivían felizmente, ella como una adinerada caprichosa mientras su marido metía un motón de cuartos en la cuenta corriente. El nivel de vida era alto. Buenos coches, buena casa, todo eran lujos y derroche. Su lujosa vida iba a verse alterada a principios de verano con la llegada de su sobrino Emilio, el hijo de su hermana Laura. Iba a pasar el verano con ellos para prepararse unas oposiciones. Emilio era joven, veinte años, un joven alegre y dicharachero con el que Marina se llevaba estupendamente porque era el único sobrino y se había ocupado de él en multitud de ocasiones. Llevaban tres años sin apenas verse, salvo cuando se telefoneaban en los cumpleaños o para felicitarse las fiestas. Siempre existió una profunda confianza entre los dos, incluso cuando Emilio discutía con sus padres siempre la telefoneaba a ella, más que como a su tía, como a su amiga. Era alto y corpulento, aunque algo rellenito, últimamente se le distinguía una barriga cervecera que le afeaba el físico, con piernas robustas y con la cabeza siempre rapada, aparte de que era un chico muy velludo y de tez muy blanca. Llegó un domingo por la tarde. Fue un recibimiento muy cordial por parte de sus tíos. Emilio y Marina se dieron un cálido abrazo después de tanto tiempo sin verse. El matrimonio era muy hospitalario y le ofrecieron todo lo que necesitase, incluso le habilitaron uno de los cuartos más grandes con mesa de estudio para que pudiera estudiar con más comodidad. Cenaron en la terraza, una amplia terraza de césped con piscina, con todo lujo de detalles, y estuvieron charlando hasta casi las doce y media de la noche. Mariano se fue a la cama antes que ellos, al día siguiente era lunes y debía madrugar. Tía y sobrino se quedaron un rato más tomando una copa, recordando viejas vivencias y lo mucho que se habían echado de menos. Para Marina su sobrino Emilio era especial, era como el hijo que no había tenido y por eso le otorgaba confianza. Para Emilio, aparte de su tía carnal, Marina representaba un deseo sexual. Desde pequeño se había estado masturbando pensando en su tía. Recordaba cuando tenía catorce o quince años y ella aún estaba soltera y se acostaba en la cama de al lado y se pasaba toda la noche despierto observándola en Tanga. Recordaba haberla espiado en la ducha, mientras orinaba sentada en la taza, mientras se cambiaba, haber olido sus Tangas y haberse masturbado con ellas, su tía lo volvía loco. Y seguía igual de apetecible. Estaba madurita, cuando se giraba para echar la copa se fijaba en su cola, Redonda y firme, sus pechos tras la camiseta, enormes y blandos, meneándose tras la tela. Hubiese dado dinero por echarle un polvo. Para agudizar la confianza, él a veces le atizaba una palmadita en las piernas por encima de los vaqueros, o le pellizcaba cariñosamente la cara o le estampaba un besito en las mejillas. Y ella, ingenuamente, se dejaba querer. Tras varios bostezos seguidos, ella dijo que estaba cansada y que se iba a la cama. Emilio la siguió con la mirada, sobre todo en la manera de contonear aquel inmenso culo. Un rato más tarde, fue al lavadero y rebuscó entre la ropa sucia. Se masturbó allí mismo con una Tanga de su tía. Emilio apenas durmió pensando en ella, estuvo tocándose la verga durante toda la noche. A las siete en punto oyó a su tío levantarse y una hora más tarde la puerta de la calle. Estaba a solas con su tía, las fantasías sexuales le abordaban la mente. Sobre las nueve decidió levantarse y a conciencia salió en slip al pasillo, un slip negro elástico, con una camisa desabrochada por encima. Iba a arriesgarse, a intentar provocarla, aunque su tía siempre había sido demasiado inocente. Miró hacia la última puerta del pasillo y vio bajo la puerta luz encendida. Y caminó decidido. Agarró el pomo, respiró hondo y empujó la puerta. Encontró a su tía de espaldas, descorriendo las cortinas para que entrara la luz de la mañana. Tuvo una suerte bárbara. Una visión que no olvidaría, que supondrían unas cuantas pajas. Su tía estaba en camisón y de qué manera. Era un camisón de gasa, color blanco muy corto de finos tirantes, a medio muslo, con volantes en la base, de muselina totalmente transparente, pudo contemplar con nitidez su espalda y su enorme culo de nalgas blancas y Redondas y firmes con la tira de una tanga metida por la raja. Para acentuar su sensualidad, llevaba unas medias blancas a juego con unas anchas ligas de encaje. Enseguida su tía se giró hacia él y entonces pudo apreciar las copas transparentes del camisón, bajo la cuáles se advertía los enormes pechos de gruesos pezones erguidos. Las dos tetazas chocaron una contra la otra en un leve movimiento tras el giro. Vio su ombligo en medio del vientre plano y la tanga de tul donde se adivinaba la mancha oscura y triangular de la vagina, de finas tiras laterales. Se quedó perplejo. -Buenos días, tía. La saludó acercándose a ella para besarla. Algo abochornada de que la hubiera pillado de semejante manera, se inclinó para besarle en la mejilla. Emilio pudo fijarse cómo sus tetas se balanceaban tras la gasa. Inmediatamente después, con las mejillas sonrosadas, ella cruzó los brazos al menos para taparse los pechos. También se fijó en el slip negro, con el enorme bulto y el relieve del pene hacia un lado, así como en el pecho robusto y la barriga peluda de su sobrino. No sabía qué posición adoptar y cómo actuar ante aquella escena embarazosa. Dudó si buscar una bata, pero quiso mantener la confianza que tenía en él. -¿Has dormido bien?. Preguntó ella. -Perfectamente. No le quitaba la vista de encima. -Estás muy guapa… -Gracias. -No pasan los años por ti. Y muy sexy, por cierto… Ella sonrió como una tonta. -Iba a cambiarme ahora. -Debe de ser muy cómodo ese camisón. Ella se miró para disimular. -Sí, bueno, es muy fresquito. Con los brazos cruzados caminó hacia el armario y Emilio pudo disfrutar de la curvatura de su cola. -No has desayunado, ¿no?. -Que va, ¿vienes?. -Sí, sí… Al descolgar la Bata, fruto de la tensión, se le cayó al suelo del armario y no tuvo más remedio que inclinarse para cogerlo, exhibiendo ante su sobrino un primer plano de su cola. Emilio pudo ver la tira de la tanga insertada en medio de la raja. Colorada, se puso la Bata y se giró hacia él ya perfectamente tapada. -¿Vamos?. Emilio no quiso exprimir la confianza para no agobiarla, prefería ir despacio. -Espérame abajo, voy a ponerme algo. Marina pasó un mal rato, pero lo pensó bien y procuró tranquilizarse. Seguro que su sobrino la veía como a una segunda madre, que todo se trataba de un gesto de confianza entre ambos. De hecho durante el desayuno todo fue muy natural, comprendió que Emilio siempre fue un chico muy cariñoso, que siempre la besaba y la tocaba, que ella había andado medio desnuda delante de él, sólo que ahora tenía veinte años. Tras el desayuno, Emilio dijo que pasaría todo el día fuera porque iría a visitar viejos amigos. En cuanto se fue, Marina telefoneó a su amiga Rosa, la esposa de un importante diplomático, una mujer lanzada y marchosa que su marido, dado sus continuos viajes, había sumido en una vida aburrida y tediosa. -Qué apuros he pasado, Rosa. Sé que es normal, es mi sobrino, y tenemos mucha confianza, pero me miraba de una forma… -Lógico, tiene veinte años. Es joven y guapo, igual que nuestros maridos. Tampoco pasa nada porque le gustes a un chico joven. -Es mi sobrino, Rosa. -El que sea tu sobrino no quiere decir que no te hagas un favor. Y si no déjamelo a mí, que yo lo hago un hombre. -¿Cómo eres tan zorra?. Oyó a Rosa reír a carcajadas. -Estás muy salida, amiga… Como algún día se entere tu marido… -Ese maricón tiene la cabeza en otros asuntos. Le replicó su amiga. Sabía que Rosa le había puesto los cuernos a su marido varias veces, que se había tirado algunos hombres cuando su esposo se tiraba quince días de viaje, que era muy lanzada y lujuriosa cuando bebía, sin embargo ella siempre había sido fiel a Mariano, lo amaba y lo quería, era una gran persona como para hacerle daño. Emilio llegó tarde a casa, cerca de la una de la madrugada. Sus tíos estaban acostados. Había estado de putas con su amigo Santi y se había hartado de Coger. Además le había hablado a su amigo de las ganas que le tenía a su tía y revivió la escena en el dormitorio, cuando la había pillado en camisón. Se quitó los zapatos y subió a la planta superior. Al final del pasillo vio luz encendida bajo la puerta del dormitorio de sus tíos. Se acercó despacio y pegó la oreja a la puerta, aunque apenas se oía nada. De pronto, creyó oír un gemido suave de su tío Mariano. Quizás estaban echando un polvo. Entró en su habitación, salió al balcón y saltó por encima de la barandilla hacia el balcón contiguo y después al siguiente, justo el que daba a la habitación de sus tíos. Las cortinas permanecían corridas, pero por fortuna había un hueco entre ambas por donde espiarles. La luz del interior estaba encendida. Iba a arriesgarse mucho, pero merecía la pena ver a su tía en acción con aquel vejestorio. Activó la cámara del móvil para grabar, se acuclilló y sigilosamente se asomó con el teléfono en la mano. La escena que contempló resultaba fascinante. Estaban en la cama. Su tío Mariano, desnudo completamente, permanecía a cuatro patas en mitad del colchón. Un flácido y diminuto pene le colgaba hacia abajo. Su tía Marina llevaba el mismo camisón blanco de gasa, sólo que no llevaba Tanga y al verla de espaldas se apreciaba a la perfección la raja en mitad de las nalgas. Permanecía arrodillada tras él sobando con las palmas abiertas el culo del viejo. Le manoseaba por todas partes, a veces introducía la mano entre las piernas y le sobaba los pequeños huevos y el pene. Vio que con las manos abría la raja de aquel culo raquítico descubriendo un ano arrugado y cerrado cubierto por vello canoso. Para sorpresa de Emilio, se inclino hacia él hundiendo la cara en la raja y se puso a chuparle el culo a base de suaves lengüetazos. Las tetas le colgaba hacia abajo y su cola se movía despacio al son de los movimientos de la cabeza. La mano derecha la llevó bajo la barriga de su marido, le agarró el pequeño pene y comenzó a zarandeárselo sin dejar de ensalivarle el ano. Emilio ya se estaba masturbando con el móvil en la mano viendo cómo su tía le chupaba el culo a su marido. El viejo a veces emitía algún gemido. Ella se afanaba en lamerle con fuerza, a veces bajaba más la cabeza y refregaba la lengua por los huevos. Cuando apartaba la cabeza, Emilio podía ver la saliva alrededor de sus labios. Estuvo chupándole el culo bastante minutos, hasta que consiguió ponerle el pene erecto. En ese momento, el viejo se irguió y quedó de rodillas encima de la cama. Ella, tras él, hizo lo mismo, abrazada a su marido con las tetas aplastadas contra la espalda, sacudiéndosela con la mano derecha mientras que con la derecha le acariciaba la barriga y el pecho. El viejo sudaba y acezaba trabajosamente. Ella le sacudía deprisa sin despegarse de él mientras le besaba por la espalda. En menos de un minuto, la pequeña pija dispersó algunas gotas de semen por las sábanas. Marina lo soltó y enseguida el viejo se dejó caer sobre el colchón, boca abajo, tremendamente fatigado por la eyaculación. Emilio ya había Acabado también dejando caer su semen sobre unas plantas que adornaban el balcón, pero continuó grabando. Su tía observó a su marido unos segundos mientras se hacía una cola en el pelo. Bajó de la cama y se dirigió a la cómoda en busca de un cigarrillo. Al darse la vuelta, Emilio contempló la mancha de la concha tras la gasa del camisón y las enormes y Redondas tetas. El viejo continuaba intentando recuperar el aliento mientras su esposa le observa de pie junto a la cama, disfrutando de las caladas, como insatisfecha. Emilio decidió retirarse. Pasó el video a su portátil y las siguientes dos horas se las pasó reproduciendo las imágenes de su tía una y otra vez. Se masturbó un par de veces más. Luego se echó en la cama y se quedó dormido. Se despertó pasadas las nueve. Ya era martes y aún no se había organizado para estudiar. Su tía y la morbosidad le tenían demasiado obsesionado como para concentrarse. Decidió probar suerte. Salió al pasillo en slip, había elegido unos negros muy ajustados, y se cubrió con una Bata que dejó desabrochada. Se asomó a la habitación de su tía, pero estaba vacía. Entonces se dirigió hacia las escaleras. Marina se encontraba en la cocina lavando los platos. Para evitar sobresaltos como el del día anterior, se había vestido con un Jeans y una camiseta blanca. Miró por encima del hombro cuando oyó los pasos y le vio bajar las escaleras con la Bata abierta. El bulto del slip temblaba en cada escalón, al igual que su barriga y sus pectorales. Miró al frente de nuevo, nerviosa por la excesiva confianza que se tomaba su sobrino. De haber estado Mariano, seguro que le hubiese llamado la atención. Pero le daba vergüenza recriminarle que anduviera de aquella manera por la casa. Advirtió su presencia en la cocina y un segundo más tarde notó una palmada en todo el culo, en el centro, por encima del pantalón. Ella se contrajo asustada girándose hacia él justo cuando se abalanzaba sobre ella para abrazarla cariñosamente. -¿Cómo está mi tía favorita?. Marina notó los pechos apretujados contra aquellos pectorales, aunque le correspondió el abrazo con una sonrisa. -Buenos días. -Buenos días. Su sobrino le estampó un beso fuerte en la mejilla y le pasó la mano por el cabello - ¿Quieres un café?. -Vale. Emilio se apartó un poco mientras ella se giraba hacia la encimera para servirle un café. Estaba a sólo unos centímetros, podía oler su fragancia masculina, y de pasada se había vuelto a fijar en el bulto del slip. Nerviosa por la incómoda situación, le entregó la taza y se volvió hacia él, como queriendo demostrar naturalidad, que no pasaba nada por estar medio desnudo delante de ella. Mantuvo la mirada alzada hacia su cara, aunque por dentro su cabeza le empujaba a mirar hacia el bulto. Su sobrino dio un sorbo al café y alzó el brazo acariciándole la cara bajo la barbilla, como si fuera una niña buena. -Qué guapa eres, tía, ayer estabas tan sexy… -Anda, no seas tonto. ¿Cuándo te vas a poner a estudiar? No deberías perder más tiempo. Los días pasan volando. -Hoy me organizaré. Para evitar más insinuaciones violentas, se apartó de él en dirección a lavadero. -Bueno, Emilio, voy a colgar la ropa. Ponte a estudiar, no seas tonto… Y se metió en el lavadero aliviada de haberse librado. Le acababa de tocar el culo, se acababa de insinuar presentándose medio desnudo y diciéndole lo sexy que estaba y ella ni siquiera le había reprendido. Unos minutos más tarde le oyó salir de la cocina y dirigirse hacia la segunda planta. Un rato más tarde, Marina terminó de hacer unas tareas domésticas. Estaba nerviosa y furiosa por la comprometida actitud de su sobrino hacia ella. Le había perdido el respeto, se había sobrepasado y no podía permitirlo. Era joven, y los jóvenes estaban muy salidos, pero ella era su tía, la hermana de su madre, ya no era un niño como para tomarse ciertas confianzas. Decidió zanjar el asunto. Se envalentonó y comenzó a subir despacio las escaleras, cada vez más nerviosa, pero debía poner punto final a aquellos flirteos. Cuando llegó al pasillo todo estaba muy oscuro. Vio que la puerta del dormitorio estaba entreabierta. Muy despacio caminó pegada de espaldas a la pared y se inclinó ligeramente para asomarse. La visión la dejó aterrada. En el portátil del escritorio se reproducía la escena donde ella la noche anterior le chupaba el culo a Mariano. El muy cabrón les había grabado con el móvil. Vio trozos de papel higiénico por el suelo y una Tanga suya encima de la mesa, señal de que había estado masturbándose con la escena. Se inclinó un poco más y le vio en el balcón fumándose un cigarro. Estaba de espaldas, desnudo completamente. Se fijó en su espalda robusta salpicada de vello y fue bajando hasta su cola, de nalgas abombadas y peludas con una raja cubierta de un bello denso. Al estar apoyado contra la barandilla y curvado ligeramente hacia delante, los huevos le colgaban entre las piernas, unos huevos grandes y ásperos e igual de peludos que el resto de su cuerpo. Nada que ver con el cuerpo raquítico de su esposo y sus dotes masculinas. Le estuvo observando hasta que vio cómo tiraba el cigarrillo y se erguía. Al girarse pudo admirar su enorme pija, tremendamente ancha y larga, con un glande voluminoso y blanquecino. La tenía flácida hacia abajo y de la punta le colgaba un hilo de babilla. Cuadriplicaba en tamaño la de su marido, del tamaño del dedo meñique. Asustada, retrocedió muy despacio y regresó a la segunda planta para tratar de analizar la situación. Estaba en una encrucijada. La había grabado en video. No sabía qué hacer, si hablar con él, si contárselo a su marido o a su hermana, los nervios la apabullaban. Angustiada, telefoneó a su amiga Rosa para contarle lo que había descubierto. -Qué sinvergüenza tu sobrino, ¿no? ¿Qué vas a hacer?. -No lo sé, Rosa, no sé qué hacer, se ha pasado de la raya. -Bueno, tranquila, no pasa nada, es joven y están todo el día pensando en esas cosas. Mi hijo Antonio tiene su edad y también le he descubierto revistas pornográficas. -Está abusando de mi confianza, esta mañana me ha tocado el culo. -¡Qué fogoso y caradura! ¿Y le has visto desnudo?. -No empieces, Rosa, No Estoy Para Bromas… -Cálmate, chiquilla, no pasa nada. Qué malo es que le hayas visto. Mira tu marido… Bueno, no voy a torturarte. Habla con él y ya está… Mariano llegó para el almuerzo. Emilio bajó arreglado, como dispuesto a salir. Comieron juntos en la terraza y después Mariano se echó a la siesta, mientras que Emilio abandonó la casa bajo la excusa de que debía comprar material para los estudios. Marina se pasó toda la tarde deambulando sin saber qué hacer, dudaba si hablar con Mariano o tratarlo con su sobrino antes que nada. Pero su cabeza estaba hecha un lío, además su imagen, desnudo en el balcón, tampoco se le borraba de la cabeza. Hacía una noche espléndida y Marina cenó junto a su marido en la terraza. Tras la cena, ella dijo que iba a darse un baño, pero Mariano prefirió irse a la cama, al día siguiente tendría un día ajetreado, casi tan agotador como el que había tenido durante todo el día. Ella hizo tiempo hasta que le vio subir las escaleras. Iba a intentar hablar con su sobrino por las buenas, y para ello debía comportarse de manera espontánea, como si nada pasase. Se cambió rápidamente y apareció en la terraza en bikini, un bikini bastante erótico que sabía que llamaría la atención de su sobrino, pero debía formar parte de su simulado carácter abierto. Era de color blanco con estampados rosáceos, ribeteado en negro, con un Corpiño de copas triangulares pequeñas, anudado al cuello, y una tanguita a juego con cintas para anudar a los lados. Antes de salir se había retocado y se había mirado al espejo. Era consciente de que la tanguita era pequeña y sólo tapaban una parte de su culito, dejando gran parte de las nalgas a la vista. Para acentuar su sensualidad se colocó unos tacones. Se dio un chapuzón en la piscina y se secó el cuerpo a toda prisa. Luego se revolvió el cabello remojado para dar la sensación de que había estado dándose un largo baño. Aguardó con impaciencia. En torno a la medianoche, oyó la puerta. Se levantó deprisa y se acercó a la barra que había en la terraza para servirse un coñac. Emilio irrumpió en la terraza fascinado de ver a su tía de aquella manera. La Tanguita apenas le tapaba el culo y al darse la vuelta con una amplia sonrisa en la boca pudo fijarse en cómo sus tetas se vaiveneaban tras el Corpiño, con la ranura que las separaba bien visible. -¿Qué tal, Emilio?. -Bien, ¿y tú?. Le preguntó sin quitarle la vista de encima. -Me he bañado, hace un calor. Mariano se ha ido a la cama y yo me he tirado a la piscina. ¿Quieres una copa?. -Claro. Marina se volvió de nuevo y él aprovechó para acercarse y atizarle una sonora palmada en el culo. -¡Ay!. Protestó tontamente. -Qué guapa estás, tía. Volvió a asestarle otra palmada en el culo, esta vez su palma abarcó ambas nalgas. Ella le entregó la copa y se alejó de él, como huyendo de los groseros tocamientos. Emilio la observó con detenimiento, en cómo contoneaba aquel inmenso culo por efecto de los tacones. Marina se tumbó boca arriba en una hamaca de playa con el respaldo ligeramente elevado. Flexionó la pierna izquierda y quedó en una posición bastante sensual. Emilio la miró desde la barra. Sus tetas se movían levemente en cada movimiento. Se fijó en la tanga del bikini, pero no se le transparentaba nada. -¡Qué cansada!. Exclamó dándole un sorbo a la copa. Emilio caminó hacia la hamaca y se sentó en la pequeña mesita que había al lado, a la altura de su vientre. Con descaro, apoyó los codos en las rodillas y la examinó bajo una mirada ardiente. Le pasó la yema del dedo índice muy suavemente por su vientre liso y delicado. Ella se removió. -Me haces cosquillas… -Eres tan guapa… . Con la mano izquierda comenzó a alisarle el cabello con mucha suavidad y con la derecha comenzó a acariciarle el vientre, esta vez deslizando todas sus yemas alrededor del pequeño ombligo. -Me encantas, tía… Le achuchó las mejillas con la mano derecha y le pasó el pulgar por los labios mientras seguía alisándole el cabello. Se miraban a los ojos. Ella se dejaba manosear, seria, con mirada penetrante. Por un lado aquel tacto la estaba calentando, la sangre le hervía, y por otro sentía miedo, temor a contrariarle teniendo en su poder aquel video sexual. La mano derecha regresó al vientre, esta vez con la palma abierta. Le acarició todo el muslo de la pierna que mantenía flexionada. La había puesto caliente, todo mezclado con el temor. La mano pasó por encima de la tanguita hacia el ombligo y pasó por encima del pecho izquierdo hacia el cuello. Tras la pasada, la blonda del Corpiño se corrió unos centímetros hacia el costado y había dejado a la vista el pezón de la teta, un pezón oscuro y erguido. Ella parecía no haberse dado cuenta y seguía mirándole con la misma seriedad, con el ceño fruncido, dejando al descubierto su lujuria. Con la izquierda aún alisándole el cabello y la derecha en el cuello, su sobrino se inclinó y sus labios le rozaron la frente y la nariz, hasta que le estampó un beso en la barbilla. Volvió a erguirse para contemplarla, para no perder detalle de lo que tocaban sus manos. Ella cerró los ojos y resopló para contener el placer que le proporcionaba el tacto de aquellas manos. Bajó la pierna que mantenía flexionada. La mano derecha de su sobrino regresó hacia el vientre, pasó por encima del pecho desnudo, corriendo la blonda unos centímetros más. La teta desnuda se movía levemente con el pezón eréctil presidiendo aquella masa esponjosa. La palma pasó de nuevo por el ombligo y se detuvo en la tanguita donde se recreó acariciando la tela con las yemas. Emilio notó un jadeo profundo cuando vio que ella abría los ojos. Se comportaba de manera dócil. Metió los dedos por el lateral de la tanga y los pasó por encima de la concha. Notó el vello y el clítoris. Ella se miró. Vio los nudillos de los dedos bajo la tela de La Tanguita, percibía el tacto en su clítoris y por la zona alta de la vagina. Volvió a mirar a su sobrino con el ceño fruncido y el placer dibujado en la cara… -¡Uhhhhhh! ¡Ohhhhh! ¡Ohhhhh! ¡Ohhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! Emilio ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh!. Gimió, -¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! para, por favor, deja de tocarme…¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh!. Emilio retiró los dedos del lateral, agarró fuertemente la Tanga por la parte delantera y, rudamente, dio un tirón hacia arriba. La tanga se metió en la raja de la vagina a modo de tanga. Ella se contrajo al notar la tela apretujando su clítoris y despidió un gemido sacudiendo la cabeza, como una invasión de placer instantáneo. -¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! Diooos Siiii Asiii Siii ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh!. Emilio empezó a tirar hacia arriba de la tanga con bruscos tirones, insertando la tela profundamente entre los labios vaginales. La vagina quedó dividida en dos. Mientras la masturbaba con sus propias Tanga, Marina cabeceaba en el respaldo de la hamaca gimiendo y meneando la cadera -¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! Siiii Asiii Queee Ricooo Se Sienteee Siii ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh!, tratando de soportar el desbordante placer. Con la mano izquierda le tapó los ojos sin dejar de tirar cada vez con más fuerza. Ella procuraba ahogar sus gemidos, aunque a veces le resultaba imposible. Meneaba la cadera al son de los tirones. Emilio se fijaba en cómo la tela presionaba el clítoris y cómo sus tetas se movían con las contracciones. La mano izquierda siguió hacia abajo. Pasó por encima de su boca. Ella ahora gemía con los ojos cerrados -¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! Siiii Emiliooo Asiii Siii Asiiii ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh!. A su paso por los pechos arrastró la otra blonda y la dejó con ambas tetas a las vista. Ahora la mano izquierda sujetó la tanga para seguir tirando, quería desabrocharle la cinta lateral con la derecha. En cuanto desanudó la cinta, tiró fuerte de la tanga con la izquierda y se la quitó de un tirón dejándola desnuda con la concha a la vista de su sobrino. Hubo unos segundos de descanso para su vagina. Emilio los dedicó para admirar aquella conchita, aquellas tetas deliciosas y aquella postura tan lujuriosa. Su tía aguardaba. Necesitaba un poco más. Ahora no podía parar. -Sube las piernas. Le ordenó. Obediente, acató la orden. Elevó ambas piernas, juntas, dejándolas flexionadas sobre su vientre. Tuvo que sujetárselas para no bajarlas. Desde la mesa, Emilio se arrodillo en el extremo de la hamaca. Tenía ante sí la concha abierta y el ano. Todo para él. Le dio unas palmaditas en la Concha con la mano derecha antes de acercar su boca y empezar a lamerlo. Pasaba la lengua entera desde el ano hasta la parte superior de los labios vaginales. La oía gemir –¡Ahhhhhhh! ¡Ahhhhhhh! ¡Ahhhhhhh! Diooos Siiii Asiiii Mójame Toda La Conchita Prepárame para lo que sigue ¡Ahhhhhhh! ¡Ahhhhhhh! ¡Ahhhhhhh!, sobre todo cuando le mordisqueaba el clítoris con los labios. A veces apartaba la cabeza, le lanzaba un escupitajo y esparcía la saliva con la punta. Hastiado de lamerle la concha, le abrió los labios vaginales con la mano izquierda y secamente le introdujo el dedo índice y corazón a la vez, a modo de pistola. Empezó a masturbarla agitando la mano, hundiendo los dedos enteros. Ahora ella gemía alocadamente sin poder contenerse. Notó flujos vaginales en su mano y entonces la retiró de repente. Ella apagó el último gemido, como si acabara de correrse. Emilio se puso de pie para desabrocharse los pantalones. Se miraban a los ojos. Ella se mantenía con las piernas en alto, exponiendo la Concha ensalivada a su sobrino. Vio que dejaba caer los pantalones y que se bajaba la parte delantera del slip. Vio su enorme pija erecta empinada hacia arriba. En un principio temió que fuera a Cogerla, allí mismo, pero lo que hizo fue comenzar a sacudírsela. Duró poco. Veinte segundos más tarde, apuntó con la pija a la entrepierna de su tía y bombardeó de leche toda la concha con gruesas gotas viscosas que se desperdigaron por toda la vagina. Numerosos goterones dejaron toda la zona embadurnada. Algunas hileras le corrían hacia las nalgas y el culo y otras quedaron atrapadas en el vello vaginal. Tras escurrirse bien, se tapó la verga y se subió los pantalones. Fue cuando Marina bajó las piernas y se irguió para mirarse. Enseguida se tapó las tetas con las blondas y se levantó bruscamente para buscar la tanga. Desde la barra, donde se había acercado Emilio para darle un sorbo a la copa y encenderse un cigarrillo, pudo admirar su cola de nalgas tambaleantes, un culo ancho y carnoso. Al inclinarse a recoger la tanguita del bikini, tuvo tiempo de fijarse bien en el ano tierno y sabroso y en algunas gotas de semen resbalando por la cara interna de los muslos. De espaldas a él, se puso la tanguita a toda prisa sin ni siquiera limpiarse la leche. -¿Estás bien?. Se interesó Emilio. Pero no le contestó, ni siquiera fue capaz de mirarle a la cara. Cogió una toalla para taparse de cintura para abajo y salió aligeradamente hacia el salón. Emilio la vio entrar en el cuarto de baño. Apuró la copa y decidió irse a la cama. Había disfrutado como un cabrón masturbando a su tía, situación que jamás se hubiera imaginado. Marina se dio una ducha para borrar el rastro de la lujuria y se metió en la cama abrazada a su marido, quien dormía como un angelito. Fue incapaz de conciliar el sueño. Una mezcla de remordimiento y lascivia la confundían. Se arrepentía de lo que había permitido, su marido no se merecía un engaño como aquél, jamás lo había engañado, pero había caído en las garras de su sobrino, quizás por la amenaza latente que suponía el video, aunque también porque su sobrino había conseguido entonarla sexualmente con sus manoseos. Recordó cada instante, recordó la postura con las piernas en alto mientras le comía la concha, recordó el cosquilleo de la lengua, recordó la lluvia de leche y el pene. Había sido una experiencia fatal, pero tremendamente morbosa y sensual. Para sofocar su ardiente sensación, tuvo que masturbarse allí mismo, pegada a la espalda de su marido. Mariano se despertó temprano. Ella lo besó en la boca y dijeron que se querían. Él le prometió que resolvería unos asuntos en el despacho y que regresaría para la hora de comer, que descansaría esa tarde porque al día siguiente pasaría el día de viaje. Ella permaneció acostada mientras él se duchó y se arregló. Lo oyó salir después de las ocho. De nuevo a solas con su sobrino en la casa. De nuevo la sensación de ninfomanía le abordó la mente superando el poder del remordimiento. Empujada por la lujuria, se acercó al armario. Había dormido con un Pijama de raso, pero se desnudó para ponerse el mismo camisón blanco de gasa con el que su sobrino la descubrió la primera mañana. Se miró al espejo. Todo se le transparentaba a través de la tela, desde su ombligo hasta sus pezones. Llevaba un tanga blanca de finas tiras laterales y con la delantera de muselina, lo que dejaba entrever la mancha de vello que cubría su vagina. Aguardó con impaciencia ante el espejo. Se cepilló el cabello, se perfumó y se maquilló. Se acicalaba para él. Un rato más tarde lo oyó en el pasillo. A conciencia, ella había dejado la puerta entreabierta y la luz encendida. Tosió para llamar su atención y de pie frente al espejo simuló que se cepillaba. Unos segundos más tarde se abrió la puerta del dormitorio. Iba en slip, un slip negro donde se percibía el bulto de sus genitales. Se fijó en su tórax peludo y grasiento y enseguida notó los flujos en su vagina. Se volvió hacia él con el cepillo en la mano. Emilio, serio, la examinó. Vio como las tetas se mecían tras la gasa y centró la vista en la tanga y en la mancha triangular que se transparentaba. Estaba demasiado insinuante. -Buenos días, Emilio. Lo saludó con amabilidad, como si nada hubiese pasado la noche anterior. Sin decir nada, Emilio caminó hacia ella. Se comportaba con demasiada docilidad. Su tía se volvió de nuevo hacia el espejo para continuar cepillándose. Marina lo vio detrás, lo vio fijarse en su cola con la tira de la tanga metida por la raja. Le acarició los brazos deslizando las yemas de los dedos. Dejó de cepillarse. Le olió el cabello y le estampó un beso en la nuca. Ella, mirándose a sí misma, respiró hondo y resopló ante lo que se avecinaba -¡Uhhhhhhh! Siiiii. Permanecía inmóvil frente al espejo mientras le acariciaba los brazos y la besuqueaba por el cuello. Se pegó a ella, notó el bulto a la altura de sus nalgas, y la abrazó manoseándole los pechos por encima de la gasa, achuchándolos con suavidad, sin dejar de besarla por el cuello. Le tiró de ambos pezones y le zarandeó ambas tetas. Ella emitió un débil quejido. -Eres tan bonita… le susurró al oído a modo de jadeo. Él procuraba apretar los genitales contra sus nalgas. Con la mano izquierda prosiguió sobándole las tetas, pero la derecha la fue deslizando lentamente por la tela del camisón hacia la base de volantes. La metió por debajo, subió por el muslo y llegó a la delantera de la tanga. Ella contemplaba por el espejo el recorrido de la mano derecha y las rudas caricias de la izquierda sobre sus pechos. De manera inesperada y como sucedió por la noche, agarró la parte delantera con fuerza y dio un fuerte tirón hacia arriba insertándole la tela entre los labios vaginales. Ella se contrajo al notar la presión sobre el clítoris y despidió un nuevo quejido. Comenzó a dar tirones muy seguidos y con bastante fuerza. Sonaron las costuras de la tanga ante la presión sobre la Concha. Ella comenzó a gemir y a menear la cadera viendo su concha dividida por el trozo de tela hundida entre los labios. La sensación resultaba abrumadora. Su sobrino la estaba masturbando con su propia Tanga. Ambos se miraban a los ojos a través del espejo. La soltó de repente, dejándole la tanga insertada en la concha. La obligó a girarse hacia él. Inesperadamente, se abalanzó sobre sus tetas para mordisquearlas por encima de la tela. Le tiró del pelo hacia atrás y la miró con rabia. -Vamos a la cama. Le ordenó. La soltó y ella caminó sola hasta el borde sin sacarse la tanga de la concha, con la parte delantera del camisón baboseada. Vio una foto de boda en la mesilla y sintió pena por su marido, pero el placer superaba con creces su dignidad. -Súbete. Marina se subió encima de la cama y se colocó a cuatro patas con las rodillas cerca del borde y el culo en pompa hacia él. Miró hacia atrás. Su sobrino la observaba, observaba la base del camisón tapándole medio culo y observaba sus tetazas colgando hacia abajo. La verga se había hinchado considerablemente y al bajarse el slip y quedarse desnudo comprobó lo empinada que la llevaba. Emilio deslizó la gasa del camisón hacia la espalda y la dejó con el culo al aire, sólo la tira de la tanga tapaba el canal entre las nalgas. Le atizó una fuerte palmada en la nalga derecha y ella contrajo el culo con un gimoteo. Siguió azotándola con severidad, una vez en cada nalga, hasta que logró enrojecerlas. Ella no alteró la postura, sólo le miraba y contraía el culo ante los azotes. Con extrema suavidad, se colocó de pie tras ella y fue tirando de la tanga hacia abajo. Ella alzó las rodillas para que pudiera retirarla. La observó unos segundos, se regodeó con aquella postura, con el ano tierno y la grandiosa almeja velluda entre las piernas. Inmediatamente después, le abrió el culo con fuerza y le lanzó un escupitajo en la zona del ano. La saliva se deslizó con lentitud hacia la concha. Volvió a escupirle. Esta vez las babas cayeron en su concha y gotearon hacia el colchón. Con el culo abierto por las manos de su sobrino, vio que se arrodillaba y que se ponía a lamerle entre las nalgas de una forma insaciable, deslizando la lengua desde la concha hasta el ano, esparciendo gran cantidad de saliva, de hecho algunos hilos de babas le resbalaban por la barbilla o goteaban del vello de la vagina. Ella sentía el cosquilleo de la lengua y el roce de la nariz por la raja. Le chupaba la concha salvajemente, recreándose en el clítoris, que mordisqueaba con los labios, o en el ano, donde procuraba insertarle la punta de la lengua. Ella miró al frente concentrándose para acaparar todo el placer. Su sobrino le chupaba el culo en presencia de los recuerdos. Estuvo lamiéndole más de dos minutos. Cuando apartó la cabeza numerosas gotas de saliva se balanceaban desde los labios vaginales. Tenía todo el culo mojado. Emilio se puso de pie y le perforó la concha con el dedo índice de la mano derecha. Mientras, se sacudía la verga con la izquierda. La Cogía con el dedo, ella meneaba el culo cada vez que lo adentraba y gemía sacudiendo la cabeza, como si el placer le nublara la mente. Electrizado, Emilio retiró el dedo de la concha para sacudirse la pija más deprisa con la derecha. Ella volvió la cabeza para mirar cómo se masturbaba. Mantenía la mirada centrada en su cola, en su concha anegado de saliva y su ano palpitante. Su sobrino jadeó nerviosamente apuntando hacia ella. Segundos más tarde, un chorreón de leche muy líquida se estrelló contra la nalga derecha. Un segundo alcanzó la nalga izquierda y luego numerosas gotitas muy dispersas salpicaron toda su concha. Enseguida, los pegotes de semen de las nalgas resbalaron hacia los muslos, varias hileras que le embadurnaron ambas piernas. Emilio, agotado, se soltó la pija y se sentó en el borde de la cama para echarse hacia atrás y tumbarse boca arriba. Su tía se incorporó arrodillada. El camisón cayó tapándola de cintura para abajo, pero la gasa se adhirió al culo por el semen. Bajó de la cama y se quitó el camisón quedándose completamente desnuda. Emilio aprovechó para colocarse mejor, apoyó la cabeza en la almohada y extendió los brazos, fijándose ahora en las enormes tetas que se balanceaban y en el culo impregnado de semen por todas partes. Ella se pasó el camisón por las nalgas y la entrepierna para secarse y se dirigió hacia la cómoda en busca de un cigarrillo. Qué pedazo de culo, pensó Emilio observándola de espaldas mientras encendía el pitillo. Actuaba como una amante, ya sin ningún tipo de pudor. Se dio la vuelta con el pitillo entre los dedos y se apoyó en la cómoda. Emilio admiró su conchita, aún con algunas gotas blancas por el vello, y sus tetas de gruesos pezones. Vio que daba un par de caladas para relajarse. -Estamos locos, Emilio, esto no puede ser y tú lo sabes. -No pasa nada, tía, sólo nos estamos divirtiendo un poco. Tú haces de puta y yo de cliente, como si fuera un teatro. -Por favor, Emilio, esto es una locura, eres mi sobrino, si mi marido o tu madre se entera, bueno, mejor no pensarlo. -Nos divertimos, nadie tiene que enterarse. Vio que su tía apagaba el cigarrillo. Ven, dame un beso. Emilio se incorporó para apoyar la espalda en el cabecero de la cama. Ella se acercó a paso lento. Se fijó en la pija flácida echada a un lado. Entró en la cama caminando hacia él a cuatro patas. Para besarle, sus dos tetas rozaron los pectorales peludos de su sobrino. Se dieron un beso apasionado y un abrazo y después ella se sentó sobre sus talones. -Tengo miedo, Emilio. Le confesó ella pasando las yemas de sus dedos por sus muslos robustos. -No te preocupes, diablos, ya te lo he dicho. Emilio se bajó de la cama y caminó hacia la cómoda. Ella lo siguió con la mirada, fijándose en su cola Redonda y en cómo los testículos le botaban en cada zancada. Vio que se detenía frente al espejo y cogía el paquete para encenderse un cigarrillo. Ella se acercó a él por detrás y le abrazó deslizando sus palmas por aquellos pectorales duros y peludos. Notaba el aliento de su tía en la nuca y sus tetas aplastadas contra la espalda. También notaba el roce del vello vaginal sobre sus nalgas. -Joder, Emilio, qué has hecho conmigo, me vuelves loca… Estaba muy Excitada, sólo había que ver su entrega, su docilidad. Las manos delicadas que acariciaban sus pectorales fueron deslizándose por la barriga en dirección a los genitales. Deseaba más. Con la mano izquierda comenzó a sobarle los huevos estrujándolos con suavidad y con la derecha le sujetó la verga para sacudirla mansamente. Mientras le masturbaba, le besaba por los hombros y la nuca. Emilio trató de relajarse y le dio una calada al cigarrillo. Miró hacia el espejo, vio cómo las manos actuaban sobre sus huevos y su verga. Allí estaba su tía la adinerada, con la que tantas veces había soñado, haciéndole una paja. Encendida por el placer, quería comportarse bien, quería satisfacerle, la amenaza del video ahora no le importaba. Marina fue arrodillándose poco a poco sin parar de besarle por toda la espalda. Quedó arrodillada frente a su cola de nalgas abombadas y peludas. Comenzó a besarle con suaves besos ambas nalgas. Él se inclinó sobre la cómoda y entonces su tía se lanzó a chuparle el culo. Hundió la cara en aquella raja peluda y sacó la lengua para lamerle el maloliente ano. Los huevos se mecían ante su barbilla porque él había comenzado a sacudírsela. Le lamía con la punta de la lengua mientras procuraba abrirle la raja con ambas manos. Continuó lamiendo más abajo hasta meterse bajo sus piernas para chuparle los huevos. Emilio se sacudía la verga y ella chupeteaba como una descosida mediante fuerte lametones. Apartó la cabeza para salir de entre las piernas. Las babas colgaban balanceantes de los huevos y goteaban en el suelo. De nuevo sus labios se deslizaron por ambas nalgas y fueron subiendo hacia la cintura. Fue poniéndose de pie. Volvió a abrazarle aplastando las tetas contra la espalda. Él se soltó la verga hinchada y entonces ella la agarró con las dos manos para agitarla aceleradamente. Su sobrino comenzó a jadear. Ella sacudía con fuerza, esta vez con la mano izquierda sobando los huevos húmedos de su propia saliva. La verga comenzó a salpicar leche sobre la superficie de la cómoda, aunque en menor cantidad que la primera corrida. Algunas gotas salpicaron el retrato de bodas donde ella aparecía junto a su marido. Tras escurrirla, Marina se apartó y él se volvió. Respiraba con dificultad fruto del placer. Le estampó un beso en la frente y le acarició la barbilla como una niña buena. -Voy a darme una ducha. Y abandonó el dormitorio. La dejó desnuda frente al espejo. Marina se fijó en el camisón y la tanga, tirados por el suelo, y en las gotitas dispersas por la superficie de la cómoda. Cayó sentada encima de la cama y se llevó las manos a la cabeza con nerviosismo. Qué había hecho. Estaba cometiendo una locura, un error que de salir a la luz terminaría con su vida adinerada de ricachona. Pensó en su marido, pensó en su hermana y en sus amigos, la morbosidad le había vencido. Mariano volvió para la hora de comer. Su sobrino se había marchado, dijo que comería con su amigo Santi, quien pensaba ayudarle con los estudios de las oposiciones. Pasó la mañana abstraída, recordando cada instante, tenía claro que la morbosa lujuria arrinconaba cualquier atisbo de remordimiento. Durante la comida, su marido se preocupó por su seriedad, pero ella le contestó que le dolía la cabeza. Le habló del viaje que debía hacer al día siguiente para asistir a unas jornadas y del premio que pensaban darle como mérito a su exitosa carrera judicial. Tras la comida, su marido se echó a la siesta y ella telefoneó a su amiga Rosa. Le contó lo que había sucedido esa mañana, cada detalle, necesitaba la complicidad de alguien. -Tranquila, mujer, te has desahogado un poco. ¿Qué te crees? ¿Que ellos no se van de putas cuando están por ahí de viaje? No seas tonta, también tenemos derecho. -Pero es mi sobrino, Rosa, imagina qué escándalo. -No tiene porque enterarse nadie. Tú no lo vas a contar y tu sobrino, por la cuenta que le tiene, tampoco. -Pero Mariano, Rosa, es muy buena persona y lo estoy engañando… -Tu marido es un memo igual que el mío. No quiero que te preocupes, ¿de acuerdo?. -Mañana Mariano se va de viaje. ¿Te vienes a tomar el sol y comemos juntas? Necesito a alguien para hablar. -Vale, quedamos y me cuentas. Un beso, Marina. Pasó la tarde aburrida, tumbada en el sofá mientras su marido preparaba el discurso en el despacho. Ninguna señal de su sobrino. Estuvo tentada a telefonearle, pero se abstuvo, debía contenerse, debía terminar con aquella locura. Se había vuelto una ninfómana. Tuvo que masturbarse para aplacar el placer que le hervía en la sangre. Por la noche cenaron en la terraza y se fueron pronto a la cama. A Mariano le entraron ganas y le hizo el amor, se le subió encima y le metió su ridícula cola en la vagina. Ella se corrió, pero lo hizo pensando en su sobrino. Tras la fatiga se quedó dormido. Desnuda, le abrazó e intentó conciliar el sueño. Pero en medio de aquella penumbra y con los ronquidos de su marido, mantuvo los ojos abiertos. Ya de madrugada oyó la puerta de la calle, señal de que su amante había llegado. Le oyó subir las escaleras. Se mantuvo alerta. Le oyó dar tumbos por el pasillo y al momento se escuchó un golpe, como si se hubiera caído algo al suelo. Su marido se removió y ella elevó el tórax. Se bajó de la cama desnuda y fue hacia la percha. Su marido se había despertado, aunque ella no se había dado cuenta. La vio que se echaba un quimono de satén por encima y salía de la habitación sin abrochárselo. Marina salió al pasillo y vio a su sobrino junto a la habitación. Estaba borracho, sólo había que verle los ojos y la forma de tambalearse. Empujó la puerta del dormitorio para cerrarla y caminó hacia él. La vio venir con el quimono abierto. Ambas tetas, a la vista, botaban en cada zancada. Y se fijó en su conchita, la misma que había lamido esa misma mañana. -¿Qué diablos te pasa, Emilio?. Le regañó con la voz baja – Estás borracho, vas a despertar a Mariano. Fuera de sí, Emilio la sujetó del brazo y la puso contra la pared. Ella, asustada, levantó los brazos. -No, Emilio, Por Favor, Ahora No… Suplicó sin alzar la voz, pero la despojó del quimono a tirones y la dejó completamente desnuda contra la pared. -¡Cállate, zorra, eres mi jodida puta!. -Emilio… No… A toda prisa, Emilio se desabrochó los pantalones y se los bajó junto con el slip hasta las rodillas. Se agarró la pija con la mano derecha y la condujo bajo las nalgas de su tía. Ella notó cómo lentamente deslizaba la verga hacia el interior de su concha. Una vez metida, pegó la pelvis a las nalgas del culo y le sujetó la cabeza con ambas manos. Ella resopló nerviosa. Enseguida Emilio comenzó a contraer el culo aligeradamente y a menear la cadera para Cogerla. Los gemidos ahogados de ambos se sucedían en la penumbra del pasillo. Mariano, extrañado, oyó susurros. Con sigilo, bajó de la cama y caminó hacia la puerta. La empujó hacia él unos centímetros para poder asomarse y allí, en medio de la oscuridad, vio a su sobrino Emilio Cogiéndose a su mujer. Ella permanecía contra la pared, con las tetas aplastadas, parte de ellas sobresalía por los costados, con la cabeza presionada por las manos de Emilio mientras éste, con la cadera pegada al culo de su mujer, se removía nerviosamente para penetrarla. Su esposa resoplaba con los ojos cerrados y Emilio apretaba los dientes para metérsela con rabia. Boquiabierto, Mariano notó que el corazón se le aceleraba de manera preocupante. Sus músculos se habían inmovilizado por los celos. Marina abrió los ojos. Mantenía la mejilla pegada a la pared. Vio a su marido asomado tras la puerta. Arqueó las cejas. Sus miradas se cruzaron. Su sobrino seguía Cogiéndola con energía, hasta que le sacudió un golpe seco y se mantuvo unos segundos eyaculando en el interior de la concha, despidiendo el aliento sobre la nuca de su tía. Ella se mantuvo inmóvil aún con su sobrino pegado a ella, aún con la verga en su interior. Vio que su marido se retiraba hacia el interior de la habitación y cerraba la puerta. Emilio se separó de ella y se tambaleó hacia los lados con la verga aún empinada. Nerviosa, recogió el quimono y se lo echó por encima abrochándoselo muy deprisa. Su marido les había descubierto. Necesitaba pensar con urgencia. Abrió la puerta del cuarto de su sobrino y le empujó hacia dentro. -Estás loco, Emilio… Y regresó a su dormitorio. Encendió la luz y cerró la puerta. Encontró a su marido sentado en la cama, hundido psicológicamente, con lágrimas deslizándose desde sus ojos. Angustiada, fue a la cómoda y se encendió un cigarrillo. Las manos le temblaban. Se volvió hacia él y su esposo levantó la cabeza. - Yo te quería, Marina, ¿qué me has hecho?. - ¿Sabes que te he hecho? Salvar tu cuello. - ¿Qué?. - Me ha estado chantajeando. El otro día nos grabó con el móvil, cuando estuve chupándote tu jodido culo. Y me amenazó, ¿entiendes? Amenazó con divulgarlo a todo el mundo si no… Bueno. Ya sabes lo que he tenido que hacer. Mariano se levantó irritado y se dispuso a ir en su busca. -Maldito hijo de puta… -¡Cálmate!. Marina se interpuso en su camino. Yo lo resolveré, ¿de acuerdo? No voy a permitir que ese video sea visto por, no quiero ni imaginarlo. -No vas a hacer nada. -Cariño, entiéndelo, no puedo permitir que pases por esto. Te ha violado. Le encerraré por… -No quiero escándalos, Mariano, y te lo digo en serio. Yo soy la que está sufriendo este infierno y yo lo resolveré. -Marina… -No pensé que, bueno… Está borracho, mañana hablaré seriamente con él, ¿de acuerdo?. No te preocupes, pero no podemos permitir que este escándalo salga a la luz. Lo superaremos juntos, ¿dale?. Mariano se levantó para abrazar fuerte a su mujer. Había conseguido convencerle, pero la morbosidad ahora resultaba demasiado peligrosa. Se tumbaron abrazados, pero ninguno fue capaz de pegar ojo. Sus vidas habían cambiado con la visita del sobrino. Ambos sabían que aunque se arreglaran las cosas, nada volvería a ser igual. Finalmente pudieron dormirse pero Mariano al poco rato se tuvo que despertar para ir a trabajar Marina siguió Durmiendo hasta pasado el mediodía se levanto y se ducho y se puso un diminuto conjuntito de ropa interior con una tanguita bien chiquita y un vestidito veraniego suelto y cortito de color amarillo con detalles de flores rojas salio del baño yendo hacia la cocina cuando se topo con su sobrino Emilio y al verlo un fuerte calor le recorrió todo el cuerpo desde la cabeza hasta la punta de los pies y lo vio que estaba preparado como para irse seguramente de joda con sus amigos y ella con voz firme le dice –¿A dónde vas Emilio?. –¿Porque me lo preguntas asi Tía?. -¿Asi Como?. –¿Con Tono de enojada?. –porque lo estoy Emilio. –Me voy con unos amigos me invitaron a una fiesta. –No vos no va a ninguna parte tenemos que hablar seriamente vos y yo. Dijo Marina –¿De que?. Pregunto Emilio –De lo de Anoche Emilio. Respondió ella levantando el tono de su voz –Eh Ah Si Tía pero no es para tanto. –Que No es para tanto idiota Mariano nos vio mientras vos me cogías y yo aguantaba para no gozar. –¿Que el Tío nos Vio? ¿Y Que le Dijiste?. –Acá no Emilio Vamos a mi cuarto no quiero que esta charla nuestra sea escuchada por Mariano o Algún Vecino. 

Continuara... 


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